lunes, 25 de noviembre de 2013

Sobre sociologías, hamburguesas y religiones

- ¿Hola Carlitos? Habla Emilio, che ayer cobre mi primer sueldo, la verdad que la división del trabajo social es fantástica. Los quería invitar a vos y a Max unas hamburguesas mañana.
- Emilio, me da gracia tu optimismo, y ya te dije: el social del trabajo va en otra parte. En fin, acepto.

-Perdón que se me hizo tarde, me colgué charlando con una mina. Es increíble la reciprocidad de las acciones. ¿Qué pidieron? ….
- Me encanta venir a comer acá porque es una muestra en miniatura de lo que esta pasando en el mundo, miren como funciona cada pieza del personal. Son más autónomos y al mismo tiempo más funcionales y dependientes de la sociedad, no hay dudas de que la división del trabajo social es lo que genera este nuevo tipo de solidaridad en las sociedades modernas. Entre nosotros, este tipo Spencer es un gil.
- ¿Y entonces? ¿A qué queres llegar?
- Y entonces nada, nosotros como sociólogos tenemos que estudiar los fenómenos morales, son hechos sociales que tienen sus propias leyes y que explican al individuo. Eso es, la sociedad explica el individuo. La sociedad es la única fuerza que las personas reconocen como superior y ante la que someten sus pasiones. Te decía que el nuevo principio de solidaridad en las sociedades modernas es producto de la división del trabajo social, fíjense que es moral porque produce solidaridad y cohesión. La interdependencia de las personas no hay que verla en sus efectos económicos, sino en los morales. He aquí un nuevo tipo de individuo por un nuevo tipo de lazo social.
-Pero Emilio, ¿me hablas en serio? Deja de volar y vente a tierra, hay que pensar los hombres en relación a sus condiciones materiales de producción…
-(interrumpiendo) Bueno se ve que a tu mundo le falta gente que fabrique Gillete, se te pego mostaza en esa barba gigante.
- ¡Te hablo en serio! Los hombres producen sus propios medios de vida y así sus condiciones materiales, lo que las personas son depende de esas condiciones de producción. La vida, muchachos, determina la conciencia. La producción es colectiva, lo que implica, como bien vos decís, división del trabajo; pero el modo de producción actual impone la separación de los medios de producción del productor. Así que voy a corregirte, no es división del trabajo social, sino división social del trabajo. ¿Sí?
-Espera Max, dejame un rato más a mí. Querido Carlos, ¿acaso no sos capaz de ver la potencialidad armónica de esta sociedad producto del nuevo tipo de solidaridad? Es cierto, todavía no llego a la perfección, pero tiene potencial.
- Pero que armonía ni armonía, si hay división social del trabajo entonces hay conflicto entre el capital y el trabajo, la fuerza de trabajo es mercancía…¡Emilio no hay armonía ni complementariedad en el trabajo, hay explotación! Sociedad es orden social, la cohesión o lazo social, querido, se da por desigualdad y sometimiento entre las clases sociales.
- Bueno gordo no te chives, puede que tengas razón, pero hay algo más. Déjenme hablar un rato a mi ahora. Voy a partir desde otro lugar que el de ustedes, a ver a donde llegamos. Pensaría más en el individuo para explicar la sociedad, tenemos que estudiar la acción social para entender el sentido que los sujetos le dan a sus acciones y entonces ver como se puede establecer una relación social duradera. La clave es comprender que una acción social implica reciprocidad, actuar en función de los otros, si eso se logra entonces tenemos una relación social. Más allá de cómo sea la regularidad de esa relación, la legitimidad del orden puede darse en función de la tradición, motivos afectivos, la creencia racional con arreglo a valores o la legalidad.
-Uh, para llegar vas a estar tres días hablando.
- Y bueno, pidan mas comida, total invita Emilio. Les decía, lo que vos Emilio llamas lazo social entonces estará dado por la permanencia en el tiempo de las relaciones sociales y, a su vez, la permanencia de esas relaciones por la creencia en su legitimidad. Una cosa estoy con vos Carlitos, el orden legítimo permite la dominación.
- Claro por los mecanismos superestructurales que…
-Banca pebete, dejame seguir y después arrancas vos. Si bien la legitimidad y los motivos de la acción son subjetivos, surgen de “imágenes del mundo” con un fermento religioso. Digo, los actores saben que es lo alentado y lo prohibido de la cultura en la que viven. Si las creencias mueven acciones, es importantísimo para analizar la sociedad comprender los componentes ideales que ayudan a formar un sistema objetivo. Ustedes recién estaban hablando del trabajo, les muestro como se aplica mi teoría. La organización capitalista moderna se basa en la racionalidad y el cálculo, la rentabilidad es un objetivo continuo, la unidad básica del capitalismo es la empresa que se orienta al beneficio en el mercado. ¿Qué es una empresa señores?
- La unidad básica de explotación y dirección del capital….
- Bueno si, pero en relación a lo que venía sosteniendo, y espero que me hayan seguido en la coherencia argumentativa porque me hierve el cerebro, la empresa es una asociación societal y, por lo tanto, un tipo de relación social que se legitima por la creencia en la racionalidad y el cálculo. Trabajar entonces más allá de las necesidades materiales, Carlitos, y de las posibilidades de generar lazo social, Emilio, también encuentra explicación en creencias que dan sentido a las acciones de los sujetos.
-Me quede con la idea del fermento religioso, estoy seguro que la religión es algo esencialmente social, las representaciones religiosas son colectivas porque expresan realidades colectivas.
- Sí, y ayudan a crear realidades colectivas también. Fijate en relación al tema del trabajo, la moral calvinista fue ideal para adaptarse y ayudar a formar el ethos del capitalismo porque ayudo a generar un tipo de personalidad que permite el desarrollo del sistema, formando en el individuo la predisposición al trabajo como medio de salvación.
-¿Cómo es eso?
-Bueno, en la moral calvinista es central la idea de predestinación, Dios decide que le toca a uno como destino. Ahora, lo que demuestra quien esta salvado se ve en función a la predisposición al trabajo, lo que se busca es actuar para confirmar la idea de predestinación. Si lo comparan por ejemplo de la idea católica de la salvación extraterrena, fuera del mundo profano, donde el salvado es el que pertenece al espacio sagrado, se entiende la relación entre la moral reformista y el ethos del capitalismo. Ahora la salvación está acá, en este mundo, se confirma por el éxito que tenga en mi profesión. No hace falta ningún sacerdote que me diga si estoy salvado o no, lo puedo comprobar por mi mismo. ¡Imagínense ustedes la angustia existencial!, la única solución es la compulsión al trabajo, ser exitoso es confirmar la salvación. Esto, chicos, de a poco va provocando la sistematización de la vida ascetica, no se da lugar a los placeres instantáneos y esporádicos, el tiempo gastado en ellos lo pierdo en la verificación de mi salvación. Así que ojo, porque el afán de enriquecerse es anti ético si se vive en la indiferencia y el goce, lo ético para dios es que la profesión sea provechosa para la comunidad y asegure la rentabilidad. ¿Ven como se conecta esto con el tema de las “imágenes del mundo” a la hora de analizar las acciones sociales, en este caso el trabajo?
-Esta bien, entonces compartirás conmigo que las ideas dominantes son las de las clases dominantes. Alrededor de la estructura de la sociedad, es decir, las relaciones de producción, se monta una particular organización social. Como superestructura, un régimen político e ideológico, con sus respectivas instituciones, que favorecen a las clases dominantes. El sometimiento en las condiciones materiales tiene su correlato y legitimación, como te gusta decir a vos, en el mundo de las ideas. Es sencillo, las ideas, al desprenderse de la materialidad van a favorecer a las clases dominantes. Este chiquito, Feuerbach, hizo bien en comprender que la religión es producto de la materialidad. Lo que no entiende es que la única manera de desprenderse de esa sensación de opresión que los mismos hombres se inventaron, consiste en revolucionar las condiciones materiales. Lo que se necesita es una crítica de las relaciones sociales, no de las ideas, el proceso de producción domina al hombre, esto hay que invertirlo.
- Carlos, dejame disentir con vos en algo, quizá después nos podamos poner de acuerdo. Yo no creo que bajo ningún régimen de producción o sistema sea posible hacer desaparecer la esencia del fenómeno religioso. ¿Sabes que pasa? Estando en grupo se da un estado de efervescencia social que supera la conciencia individual. Las pasiones se avivan, las sensaciones se fortalecen, el hombre se siente transformado y transforma las cosas del mundo que lo rodea para explicarlo. Les da a las cosas propiedades que no tienen, poderes excepcionales, adhiere al mundo profano un mundo ideal que, en el fondo, sólo existe en su pensamiento. En este punto me parece que estamos de acuerdo, pero pongo en serias dudas que algún tipo de sistema sea capaz de impedirlo. Porque el peso de la sociedad se siente cuando los individuos actúan en común, entonces la sociedad es la fuente originaria de la religión. La formación de un ideal sagrado es el resultado natural de la vida social, ella se crea y recrea por ese ideal. En este sentido, la sociedad ideal es formada por la sociedad real, los ideales colectivos prenden fuerte en las personas. Fijense una cosa, ¿Cuál es valor supremo que surge de la nueva forma de cohesión social, la división del trabajo social? ¡El individuo entró en el ámbito de lo sagrado! Insisto con poner en duda la posibilidad de terminar de una vez y para siempre con el mundo sagrado, porque no necesariamente tiene que remitir a un Dios o a algo sobrenatural.
-  Bueno Emilio, pero pensá en lo siguiente, y con esto creo poder sumar un poroto en la discusión. En el capitalismo, los objetos se producen para satisfacer necesidades tanto naturales como crecientemente sociales, ahora bien, esos objetos adoptan la forma de mercancía, es decir tienen un valor de uso y un valor de cambio. El eje puesto en el valor de cambio hace que los hombres den a las mercancías atributos que en si mismas no poseen, provocando que las relaciones entre las mercancías se humanicen y las relaciones entre los hombres se cosifiquen. Esta idea de cosificación me la dio un amigo tuyo Max. Naturalización del valor de cambio, humanización en la relación entre cosas, eso se va sedimentando en otros ámbitos de la vida social. La conciencia se cosifica y en consecuencia la religión como parte del mundo de las ideas también entra dentro de estas observaciones. La única manera de terminar con el fetichismo de la mercancía y entonces con el carácter fetiche de la religión, repito, es revolucionando las condiciones materiales para desvanecer el reflejo religioso del mundo real. Una última cosita, y acá estoy compartiendo con Max en la idea de “imágenes del mundo”, la forma de religión más adecuada al capitalismo es el cristianismo por su culto al hombre abstracto, a la ideas, que soporta los dolores terrenales, es decir, los que surgen de las desigualdades materiales. Así queda oculta la dominación de clases. Te digo más, la crítica de la religión como realidad invertida es el modelo de crítica a la realidad invertida que es el capitalismo.
(Max mira a Emilio esperando la repuesta que, claro, va a dar)
-Amigo mío, quizá en el fondo pueda compartir tus ideas, debería analizarlo más. Pero lo que no voy a dejar de decir es que considero que no puede haber sociedad que no reafirme sus creencias y sentimientos grupalmente, eso es algo que, te diría, es eterno en la religión. Desde mi punto de vista, lo propio de la religión es la división del mundo en sagrado y profano, las creencias religiosas son representaciones que expresan la naturaleza de las cosas sagradas, las relaciones que tienen entre sí y con las cosas del mundo profano. Cuando esas cosas sagradas establecen el sistema de coordinación y subordinación constituyendo un todo unitario, entonces dicho sistema de creencias, más los ritos, forman una religión. Dije, las creencias son representaciones, los ritos son modos de acción que se definen, por su puesto, en función de las creencias. En definitiva, creencias y prácticas unen en una comunidad moral a sus adherentes. La Iglesia entra también en definición de religión porque, vuelvo sobre lo mismo, ella es algo esencialmente colectivo. Los ritos que en las Iglesias se desarrollan no hacen más que exteriorizar simbólicamente los profundos sentimientos del grupo, que, con esta manifestación, se reafirman.
- Debo reconocer tu insistencia con los fenómenos morales, ahora hablas de comunidad moral. Creo Emilio que nuestras posturas parten de epistemes distintas y quizá allí encontremos las causas de porque no podrían articularse. Vos estas pensando siempre desde la armonía, yo desde el desorden. Para vos es comunidad moral porque reafirma valores, para mí la Iglesia es en todo caso la institución que materializa las ideas dominantes de la religión.
- Comparto la idea de comunidad en la definición de Iglesia. Pero formalmente lo planteo como un tipo particular de relación social, donde el sentido de la acción tiene que ver con la pertenencia a un todo, el sentimiento subjetivo de constituir ese todo. Diría que es una relación social cerrada porque hay ordenamientos que rigen ciertas acciones, los ordenamientos encuentran su racionalidad en arreglo a los valores.  Pero algo más, hay un cuadro administrativo que hace cumplir esas normas y por lo tanto estaríamos hablando de una asociación; y como los miembros están sometidos por la creencia legitima en los mandatos es una asociación de dominación. Y es además una asociación hierocrática  porque la asociación de dominación aplica para la garantía de su orden la coacción psíquica. ¿Estamos?
- Uhhh pero que sesudo te pusiste después de tanto tiempo de conversación. Muchachos fue una linda charla, creo que podemos trabajar en profundizar nuestras diferencias o en buscar puntos en contacto, porque la división del trabajo produce solidaridad (mira de reojo a Carlitos, que gruñe)

- Y dale con eso. Hagamos lo que hagamos, para otro día. Vamos a tomar una cerveza, esta vez invito yo.

lunes, 4 de noviembre de 2013

Libro de Manuel: la historia y el hombre nuevo


Interpretación poco solemne de la última novela de Cortázar. Fragmento de un escrito que también contiene "Diálogos con Rayuela", crónica migrada a este espacio unos meses atrás. 

Última parada del viaje, llegamos a Libro de Manuel -1973-, novela que pretendimos vislumbrar retrospectivamente. Quizá no sea, a decir del propio escritor, la mejor obra de Cortázar en cuanto a su escritura. Contiene sin embargo una potencia en su contenido que sólo es aprehensible si se consideran las novelas anteriores. Tal ha sido, repetimos, el objetivo de este escrito. Nadie duda de que Rayuela, desde su valor histórico, social, cultural y escritural, es la novela más importante de J.C. Aquí tampoco se pone en discusión ello, o en todo caso, no es el motor que me ha guiado. Pero me animo a suponer que Libro de Manuel, con sus errores, es la muestra literaria -desde la novela- de una llegada de Cortázar como sujeto histórico. Hemos hasta aquí pretendido no movernos de las novelas, evitar recurrir a los textos explícitamente políticos para no forzar las explicaciones. Hicimos un juego de intertextualidad con El examen y Carta a la Patria, pero una vez que ya habíamos trabajado con la novela. Lo que queremos es atravesar el puente de las novelas, el tablón que las junta, ver sus líneas de sentido. Hubiese sido más sencillo, quizá, ir trabajando en paralelo los textos críticos –como los recopilados en Obra Critica III-, usar la Carta a Roberto Fernández Retamar sobre la situación del intelectual latinoamericano de 1967, rastrear entrevistas que nos avalen. Pero no, seguimos centrados en las novelas, en esos textos de ficción. Trabajar con y desde esos textos. Entonces repitamos las operaciones que hemos realizado con las cuatro novelas anteriores, esta vez en Libro de Manuel.
Si usted lo desea, lector, abramos el libro. En el prólogo ya nos encontramos con varias aclaraciones: sobre la conjunción de los caminos entre la ficción y los problemas latinoamericanos contemporáneos, sobre el modo de hacer leer a los personajes los periódicos, con la posdata sobre los derechos de autor y, aquí deseo centrarme, sobre el socialismo latinoamericano: “la lucha en pro del socialismo latinoamericano debe enfrentar el horror cotidiano con la única actitud que un día le dará la victoria: cuidando preciosamente, celosamente, la capacidad de vivir tal como la queremos para ese futuro, con todo lo que supone de amor, de juego y de alegría (…) y esa afirmación tiene que ser lo más solar, lo más vital del hombre, su sed erótica y lúdica, su liberación de los tabúes, su reclamo de una dignidad compartida en una tierra ya libre de este horizonte diario de colmillos y dólares”. Considero que en este pasaje se concentra una suma de elementos nodales en eso que llamamos la línea de sentido que une las distintas novelas, y agrega uno nuevo. Tenemos a un Cortázar que nos advierte que este libro es una apuesta, un aporte a la causa del socialismo latinoamericano, pero a su vez nos llama la atención sobre algo que viene diciendo desde sus primeros escritos: rechazar los tabúes, las “buenas costumbres”, la escala de valores del hombre occidental contemporáneo.  Entiendo que, más allá de lo nuevo que Cortázar haya descubierto de la experiencia socialista cubana y de los levantamientos populares en toda la región, encuentra en esas experiencias la posibilidad de profundizar ciertos temas que lo habían preocupado en épocas cuando, digámoslo así, no era socialista. Esto es, discutir al hombre occidental, a la formación social de su subjetividad, a sus maneras de percibir y ser en el mundo, al modo en el que se constituyen sus relaciones, o sus puentes, o sus tablones o rayuelas. Sin dar más vueltas, Cortázar encuentra en los procesos latinoamericanos fuentes desde donde será posible desarrollar positivamente esas cuestiones que lo situaban como un perseguidor, pero ahora desde lo histórico, desde el ritmo de la historia. Si hay distintas etapas en las preocupaciones de Cortázar que se reflejan en sus textos, no creo que sea arriesgado afirmar que por fin las búsquedas metafísicas, al menos algunas de ellas, encuentran un terreno fértil en el campo histórico, en un terreno que está sujeto a luchas; lo que eran búsquedas individuales –pero siempre, como vimos, con la búsqueda del otro- son aquí y ahora la necesidad de encontrarse con un nosotros. No puede ser más contundente una de las frases que dispara en su Policrítica en la hora de los chacales: “hay cosas que no puedo tragar en la marcha hacia la luz si se sacan a relucir los podridos fantasmas del pasado”. El socialismo de Cuba, y la imagen que irradia a toda América Latina, es representado como una “marcha hacia la luz”, una profunda carga de sentido a la existencia, es un encuentro radical de las búsquedas metafísicas, y ello con la necesaria articulación de un nosotros. Pero claro, Cortázar vio, como tantos otros, “fantasmas del pasado” en esos procesos, tabúes que renacían, prejuicios que no morían, el hombre occidental y la burocratización de la vida irrumpiendo. Lo cual, por otra parte, no era algo impensable, de hecho más bien puede ser presumible que suceda. Y allí Cortázar encontró que podía lanzar su aporte: continuando la crítica de esas subjetividades, de las tradiciones prejuiciosas y cerradas en sí mismas, en el impulso a un espíritu más lúdico, más erótico, más vital. No es menor que con tanto énfasis se haya lanzado a hacerlo, evidentemente Cortázar  se interesa en la constitución del hombre nuevo porque era posible en ese contexto, porque había que luchar por él, porque –arriesgo la imagen- el puente, la rayuela de hombre a hombre es la historia viva, la lucha por su significado, y el kibutz del deseo ha tomado la forma de socialismo. A mi juicio, Libro de Manuel, más allá de cualquier consideración de carácter estético, condensa todo eso, que lo atraviesa, pero que también lo rebasa, y entonces es ahí donde sitúo su relevancia en la obra de Cortázar. Los resultados pueden ser discutidos, pero no la importancia de que el gran cronopio lo haya escrito.
Vayamos, ahora, a la novela. Tenemos al  grupo, La Joda, formado entre latinoamericanos exiliados y algunos europeos, predominantemente franceses. Un narrador de las acciones, el que te dije, un heredero de los papeles que también resulta ser el perseguidor, Andrés, y entre tantos otros, un niño, Manuel, el destinatario de todo ello - ¿el hombre nuevo?- Las primeras noticias que tenemos de La Joda en cuanto a sus acciones tienen que ver con “contestaciones”: alaridos en espacios públicos para incomodar costumbres pequeñoburguesas,  saludos a los conductores de colectivos al descender, comer parados en restaurantes, diálogos embarazosos en distintos comercios o el relleno de cajas de fósforos o cigarrillos con otros contenidos. Pareciera haber en estas “contestaciones” una suerte de prolongación de las muñecas de Monsieur Ochs o las cartas a los neuróticos anónimos que aparecían en 62 Modelo para armar, es decir, provocaciones, pequeñas acciones sobre el transcurrir cotidiano. Este tipo de situaciones son repetidas en los libros de Cortázar y, hasta allí, La Joda es presumiblemente una suma cortazariana. Al mismo tiempo, el grupo prepara el libro que será para el pequeño Manuel con noticias periodísticas sobre acontecimientos ocurridos en amplias regiones del mundo, a consignar: América Central, Uruguay, Brasil, varias ciudades de Argentina -La Plata, Córdoba, Rosario, Tucumán, Mendoza, Buenos Aires, Mar del Plata-, Alemania y Francia. No hará falta decir que las noticias son reales y que los personajes se van encontrando con ellas a lo largo de la novela. En sí, lo importante es que La Joda  actúa coordinadamente, con criterios comunes de acción. Esto resulta obvio en el marco de lo que será su obra maestra, sin embargo no resulta un dato menor a la hora de pensar los distintos grupos que fuimos viendo aparecer en las novelas. La Joda es, además de un grupo a partir del cual Cortázar ordena los distintos personajes, una herramienta para la acción política, con roles asignados y determinados objetivos. No haremos aquí el trabajo de historizar el contexto sociopolítico de las décadas del sesenta y principios de los setenta, baste sólo mencionarlo para que un cúmulo se significados e imágenes se vuelvan a nuestra conciencia, y entre ellas, los grupos de militancia números y organizados en vastos campos.
¿A qué apunta todo esto? ¿Por qué la organización? Bien, lo mejor sería consultar en los propios apuntes del que te dije: la realidad es un fracaso del hombre, hay que cambiarla y, aquí dos caminos; cambiar la realidad sólo para uno mismo o cambiar la realidad para todos. Este planteo, muy esquemático, está en las primeras páginas del libro y marca una posición ética concreta, “cambiar la realidad para todos es aceptar que todos son (deberían ser) lo que yo, y de alguna manera fundar lo real como humanidad. Eso significa admitir la historia, es decir la carrera humana por una pista falsa (…) Hay un solo deber y es encontrar la buena pista. Método, la revolución”. Tres puntos de este fragmento resultan insoslayables: admitir la historia para cambiarla, cambiarla para todos, y para eso la revolución. El último planteo, el referido a la revolución, podemos suponer que tiene un peso fuerte por la época en la que está escrito el libro y, en ese marco, no quisiera ahondar mucho. Pero sí ubicar los dos primeros en la línea de sentido en la cual fuimos atando las novelas, aquí la historia y el nosotros pasan a primer plano por primera vez de modo explicito en una novela cortazariana. ¿No resulta más complejo y atractivo situar esta llegada, este punto de anclaje en un nosotros histórico, si lo consideramos en perspectiva, es decir, habiendo analizado antes las otras novelas? Considero, lo digo una vez más, que esas dos palabritas, historia y nosotros, se cargan ambiciosamente de significado, explotan su sentido en Cortázar reflexionando del modo en que aquí pretendemos hacerlo, y no sabemos si con algún éxito. En todo caso, del modo en que intentamos hacerlo.
No quiero incursionar demasiado en las cosas que van sucediendo en el libro, el método es ir tomando algunos aspectos y analizarlos, recortar y exprimir. Por eso no voy a trabajar demasiado el tema del secuestro del Vip, la gran obra de La Joda, sí subrayar al secuestro como una metodología utilizada en la época por diversos grupos guerrilleros para, o bien obtener recursos económicos del rescate o pedir algo concreto, por ejemplo la liberación de presos políticos, como es el caso de La Joda.
Sigamos. Los diálogos no tienen la riqueza de otras novelas como Rayuela o Los premios, y tampoco giran en torno a disputas ideológicas. Claro, La Joda es un grupo que ya tiene una ideología base, sin embargo es muy común que al interior de estos grupos haya discusiones de ese tipo, que en este caso no tenemos. Podemos suponer varias cosas para explicarlo, quizá no sea descabellado suponer que Cortázar prefirió no caer en el estereotipo de novela sobre la temática, con diálogos prefabricados y argumentaciones ya masticadas.
Otra cuestión, la Joda y su relación con el peronismo. Atentos acá, porque podemos retomar un tema tratado unas cuantas páginas atrás cuando analizábamos El examen.  Busquemos a Marcos, líder de La Joda, ahí lo tenemos, charlando con Ludmilla, escuchemos. “Mi provincia está en un lugar viejo y cansado, habrá que hacerlo todo de nuevo, créeme (…), viejo y cansado a fuerza de falsas esperanzas y promesas todavía más falsas en las que por lo demás nadie creyó nunca salvo los peronistas de la guardia vieja y estos por razones bastantes diferentes y muy legítimas aunque al final el resultado fuera el de siempre, o sea coroneles a patadas empezando por el héroe epónimo”. Podemos suponer sin temor a forzar demasiado las cosas que hay en las palabras de Marcos ideas del propio Cortázar, de todas formas, aún así no lo fuera, lo mismo nos sirven. El país del que se van Juan y Clara al final de El examen es hostil, extraño, incomprensible, el país del que habla Marcos está viejo y cansado. Cierto, Marcos es cordobés y la primer novela transcurre en Buenos Aires. No es un detalle menor, pero entiendo que el diagnóstico es el mismo. El peronismo es medular en ambas situaciones, en el primer caso por ese clima absurdo y hasta irracional de las calles porteñas, y aquí por las falsas promesas y esperanzas. No hay algo así como la reivindicación del peronismo, se sigue siendo crítico, pero con una vuelta de tuerca, ¡atención a lo que viene! Paremos de nuevo el oído, “-¿Por qué muchos de tus amigos hablan del peronismo como una esperanza o algo así? – Porque las palabras tienen una fuerza terrible, porque la realpolitik es lo único que nos va quedando entre tanto gorila pentagonal y tanto Vip (…), pensá en el jugo que le han sacado a la palabra Jesús, a la imagen Jesús, comprende que nosotros necesitamos hoy una palabra taumatúrgica y que la imagen a la que corresponde esa palabra tiene virtudes que reíte de la cortisona. –Pero vos no crees en esa palabra, Marcos. –Qué importa si nos sirve para echar abajo algo mucho peor (…) Me importa un bledo ese viejo que pretende telecomandar algo que en su día fue incapaz de hacerlo a fondo y eso que tuvo las mejores cartas en la mano; pero de hecho ya está fuera de juego, solamente que los nombres y las imágenes duran más que lo nombrado y lo representado, y en mejores manos pueden dar lo que no dieron en su momento”. Notable lectura de Cortázar, por eso me permito citar tan largo fragmento. No hay reivindicación del peronismo, pero hay una visión estratégica montada sobre él, sobre su imagen y la de su líder. Recordemos, dieciocho años de proscripción de la fuerza política mayoritaria en el país fueron suficientes para que un enorme caudal de experiencias sociales y políticas se cohesionaran en su nombre: la Resistencia, sindicalismos burocráticos o combativos, los grupos juveniles guerrilleros urbanos, etc. No pretendo expandirme en esto, aunque bien tentado estoy. Sólo quiero señalar experiencias disímiles, de contenido ideológico dispar, que atraviesan generaciones. Ya no son sólo los obreros peronistas los que reclaman el fin de la proscripción, son también los hijos de las clases medias que chocan con sus familias típicamente asociadas al “gorilaje”, son los intelectuales de las Cátedras Nacionales. En fin, una historia apasionante y siempre abierta a lecturas. Y vemos esta actualización en Libro de Manuel: La Joda, organización no peronista, comprende la potencia del peronismo y la mítica imagen de su líder como factores movilizadores de masas populares. Lo que van a buscar es disputarle la dirección de ese movimiento: “Para La Joda todas las armas válidas son eficaces porque sabemos que tenemos razón y que estamos acorralados por dentro y por fuera, por los gorilas y los yanquis e incluso por la pasividad de esos millones que esperan siempre que otros saquen las castañas del fuego, y además por el sólo hecho de que los enemigos del peronismo sean quienes son nos parece un motivo más que legítimo para defenderlo y valerse de él, y un día, sabés, un día salir de él y de tanta otra cosa por el único camino posible, ya te imaginarás cual”. Hay de parte de Cortázar una lectura en tiempo real muy acertada de lo que el peronismo representa para este tipo de organizaciones, quizá alimentada por el contacto que mantuvo con grupos guerrilleros argentinos. La historia que vendrá será la más trágica de nuestra historia contemporánea, y estas organizaciones -incluso las que se autoproclaman peronistas- serán echadas en 1974 de la Plaza de Mayo bajo la acusación de “infiltrados” por el mismo Perón. Lo cierto es que, por el momento en el cual está escrito el libro, este pasaje de Marcos y Ludmilla resulta admirable. Algún día Marcos imaginaba quitarse tantos “sobretodos mugrientos y calzoncillos sucios”, y eso no puede sino interpretarse como quitarse la identidad del peronismo. Hay en esta actitud cierto espíritu vanguardista inspirado en la figura del Che Guevara, una intelectualidad a la cabeza de un proceso revolucionario que “sabe” lo que hay que hacer y va “desenajenando” a las masas de su espíritu acrítico. En Argentina, esas masas eran peronistas y no hubo más remedio para muchos grupos -no todos, hay que señalarlo- que ponerse, calzarse esa identidad. Este sólo punto podría llevarnos a hacer un trabajo entero y, aunque siento que es insuficiente lo dicho, espero no haber hecho reduccionismos inadmisibles, cuando la intención es sólo dar pinceladas de época. Sigamos con esto, que se va complejizando -y suele escucharse que Libro de Manuel no es rico, cuantas macanas se dicen por ahí-.
Leímos a Marcos, sabemos ahora que lo que une a la Joda con el peronismo, además de todo el caudal simbólico y movilizador de este último, son sus enemigos. ¿Quiénes son? Fundamentalmente el imperialismo norteamericano, y eso es un hecho histórico fundamental para comprender la época. Muchas de las experiencias del llamado Tercer Mundo encontraban puntos de apoyo en la proyección de ese enemigo común, y esto no se escapa en la novela. En el plano de la ficción, podemos recordar los “Fragmentos para una oda a los dioses del siglo”, escrito por Lonstein, que hace referencias a empresas multinacionales que controlan el mercado mundial, llevando la lógica del capital a todos los rincones del planeta. Pero también este enemigo común aparece en los testimonios reales de torturas que se encuentran en la parte final de la novela. No es menor el detalle, los testimonios de los torturadores señalan estar entrenados en Estados Unidos. La ubicación de los relatos de torturados y torturadores en paralelo entiendo que tienen una razón central: se tortura en Argentina con las mismas técnicas con las cuales fueron instruidos los torturadores de Estados Unidos. Hoy no es novedad para nosotros, vamos conociendo cada día más la historia, y justamente por eso podemos valorar más este texto de Cortázar. Los testimonios, más los cuadros anexados sobre “Misiones de ayuda militar” y “Entrenamiento de militares extranjeros”, dan pauta del imperialismo yanqui como enemigo, imperialismo económico, político, social y cultural.
Nos queda, como último enfoque antes del cierre, lo que tanto anunciamos páginas atrás, la cuestión de la subjetividad y el hombre nuevo. Pequeño comentario previo sobre la historización de uno de los recortes de los diarios. Si bien, asume el propio Cortázar en el prólogo, la intención era que estos recortes influyeran en las actividades del grupo, no siempre el objetivo se cumple y algunos recortes quedarán como motivo de denuncia, lo cual, por otra parte, no es menor. Entiendo que uno de los recortes sí logra realizarse en un personaje, me refiero al caso de Oscar y la noticia sobre el motín en un Instituto de menores en La Plata. Allí los hechos reales hacen cuerpo en el personaje y los resultados son muy atractivos. Bien, cerremos paréntesis y retomemos el motivo de este párrafo. En uno de los capítulos dedicados a las búsquedas de Andrés, aparecen reflexiones sobre la relación hombre viejo- hombre nuevo, usando la música como alegoría y una nueva formulación sobre un tema central a lo largo de todo este escrito: los puentes. “Es natural que me pregunte como hay que tender los  puentes, buscar los nuevos contactos, los legítimos (…) porque no se trata de coexistencia, el hombre viejo no puede sobrevivir tal cual en el nuevo aunque el hombre siga siendo su propia espiral”. El problema es el puente, “¿cómo tender el puente y en qué medida va a servir de algo tenderlo? (…) Un puente, aunque se tenga el deseo de tenderlo y toda obra sea un puente hacia y desde algo, no es verdaderamente un puente mientras los hombres no lo crucen”.  Lo viejo y lo nuevo en el hombre coexistiendo, Andrés es el personaje desgarrado por el tiempo histórico, entre sus placeres asociados a un estilo de vida burgués y la actualidad histórica que le plantea la necesidad de comprometerse con ella, sobre todo cuando frente suyo está La Joda, ¿participar o no? El sueño con la imposibilidad de recordar lo que el cubano le dice, sólo revelado hacia el final de la novela: “despertate”, las escenas de erotismo -no desligadas de cierto aire machista, a nuestros ojos-, son elementos que en Andrés operan como ese pasaje, como ese permanente estado de búsqueda. Insisto con la idea del desgarramiento del sujeto histórico, que asume la lucidez sobre lo que sucede en su tiempo y, amigo Oliveira, si la lucidez deviene en inacción, “¿no se vuelve sospechosa?”. Entonces, aquí un primer escalón, el pasaje del hombre viejo al nuevo, un pasaje lleno de contradicciones, de supervivencia de aquello que se pretende superar. Andrés lo sabe, no hay algo así como un nuevo despertar lineal entre lo que muere y lo que nace, el hombre se constituye en espiralidad. Ahora bien, sucede que no todos en el libro asumen estas búsquedas, muchos parecieran ya haber pasado del hombre viejo al nuevo, por su compromiso, por su valentía. Aquí, en esas reflexiones está, a mi entender, lo más rico de todo el planteo. Es cierto, La Joda se ha lanzado a la acción, retomando lo que decíamos en la presentación, el grupo se constituye en herramienta de acción para la búsqueda de un objetivo político. Pero Andrés, y aquí estoy seguro que también Cortázar, ve en los que deberían ser los hombres nuevos muchos vicios del pasado. No quisiera dejar de mencionar nuevamente el texto Policrítica en la hora de los chacales, donde se lee un Cortázar disparando de lleno sobre estos temas, sobre el desasosiego del compromiso histórico, sobre los medios de (in)comunicación que responden a intereses empresariales, y, sobre todo, la resistencia de los “fantasmas del pasado” a dejar nacer la nueva era de los hombres, “la marcha hacia la luz”.  Leamos un poco al que te dije, testigo privilegiado de La Joda. “Ahí los tenés a los muchachos, si llegan a salirse con la suya, entonces pasará lo de siempre, endurecimiento ideológico, rigor mortis de la vida cotidiana, mojigatería, burocracia del sexo, todo tan sabido (…) quieren una revolución para alcanza algo que después no serán capaces de consolidar. En la ideología todo perfecto, habrá Joda cueste lo que cueste porque esta humanidad ha dicho basta y ha echado a andar, lo malo es que mientras estemos andando llevaremos el muerto a cuestas, el viejísimo muerto putrefacto de tiempo y tabúes y autodefiniciones incompletas”. Muchas páginas más adelante, los ecos de Andrés: “quieren hacer la revolución para salvar al proletariado, al campesinado y al colonizado y al alienado de eso que llaman con tanta razón imperialismo, pero después, porque ya hay países donde están en el después (…) negaran la libertad más profunda, esa que yo llamo burguesamente individual”.  No citemos más, se hace muy extenso y, además, creo que ya está claro el punto. El debate urgente de Cortázar, de Libro de Manuel, es con la nueva etapa histórica que enfrenta Latinoamérica. El ciclo de los movimientos populares de la región es una esperanza para el hombre, una nueva forma de ser y estar en el mundo, de tender puentes sin las máscaras podridas de occidente, al decir de Horacio, una salvación de hombre a hombre, en el mismo plano, como la tierra y el cielo. Cortázar se lanza personalmente en apoyo de estos procesos, pero observa algo que sucede con el sujeto, con la formación social de las subjetividades revolucionarias, y ese es su campo de combate desde la literatura. Nunca va a dejar de dar apoyo a los gobiernos socialistas ni a los intentos de revolución en la región, pero disputa fuertemente el destino del hombre en ese marco, si el socialismo viene a proponer un mundo más justo, más igualitario, más libre, también debe permitir un desarrollo más libre del hombre como sujeto que, en lo colectivo, pueda potenciar su individualidad. No hay un mejor camino para el hombre si en lo que se plantea como su esperanza, como su imagen a futuro, perduran las marcas del hombre burocratizado, mecanizado, lleno de tabúes. Es claramente un planteo que la nueva izquierda hace por la época a los regímenes socialistas endurecidos con Stalin en la URSS y en Europa del Este, pero también al comunismo cubano. Libro de Manuel es un una herramienta de combate, el arma del Cortázar en su aporte a la idea de hombre nuevo, de allí lo lúdico, lo erótico, lo absurdo, las diferencias en las personalidades de los integrantes de La Joda, las masturbaciones de Lonstein, los juegos con el lenguaje. Todas son provocaciones al hombre, pero esta vez, a diferencia de lo que podíamos encontrar en las novelas anteriores, el escritor ve una posibilidad histórica, concreta, por la cual vale la pena luchar. Y desde allí discutir hasta el cansancio cómo los nuevos puentes, los nuevos contactos entre los hombres podrían de una vez por todas estar librados de tanto peso de la tradición, de las costumbres, cómo lo viejo iría dejando de poner sus añejadas certidumbres sobre lo que pretendía nacer, y debería nacer, porque era el momento de que nazca, era  la coyuntura que no podía dejarse escapar.
Para finalizar, excedidos de todo límite espacial en el tratamiento de Libro de Manuel, resta destacar lo que son, a mí criterio, las dos grandes justificaciones de la obra: la urgencia histórica en la denuncia a la violación sistemática de los derechos humanos -¿anticipo del Nunca Más?- y la disputa por una nueva subjetividad. Verdaderos legados para el pequeño Manuel.