miércoles, 15 de enero de 2014

De la vida a los libros y de los libros a la vida (también alpargatas)

     Lo hizo de nuevo. Cuando pensaba que había sido suficiente, al menos por ahora, con estos tipos nunca se sabe, vuelven y vuelven y que bien que lo hacen. Es cierto, volvió con algo que, hasta bien entrado el libro, no me parecía su mejor versión, o en todo caso no estaba yo en su sintonía. Pero lo hizo de nuevo, y cuando terminaba ya bastante convencido de que estaba bien, de que otra vez con esos momentos de lucidez que sólo unos pocos, apretó el estómago. Los lagrimones se me piantaron, y si bien he aprendido a ser mucho más lacrimoso en estos meses, estoy seguro de que esa autopista de alguna manera me despertó a nuestras autopistas, las literales y las no tanto.   
     Empezando por el principio, cuando termino un libro tengo la costumbre de ponerle fecha de lectura y lugar. El por qué todavía no lo logro explicar, pero ya hay unos cuantos que, obviedad, tienen dos fechas (uno hasta tres), y distintos lugares. La mayoría de esos que se repiten son los que dicen, ejemplo, “Julio 07. Buenos Aires”, y a renglón seguido, “Abril 13. Córdoba”. Usted, que me conoce, entenderá que no hay misterio en esto, que hace unos cuantos meses que ya vivo en el medio del país. En algunos otros casos el libro fue empezado en algún lugar y terminado en otro, y para volver a dar el ejemplo sin confundir al lector que me sigue en este complejo razonamiento, su estampa es “Bs As-Cba. Agosto 13”. En la gran mayoría de los casos, estos dos procedimientos se han aplicado al mismo escritor, siempre por el placer del reencuentro, pero canalizado por distintos móviles, que oscilan entre lo académico y las necesidades de un parrafito cuando sentiste algo que te hizo acordar lo maravilloso que era.
     No me interesa defender las cualidades literarias de quien tanto se obstinó en no tenerlas, más bien volverte a contar cómo las ventanas que abre son tantas que todos los mundos caben por esos huequitos, o si preferís la intertextualidad, cómo se puede dar la vuelta al día en ochenta mundos. Terminado el libro (la mayor parte del cual fue leído en la autopista), con la última hoja mojada porque me llovía un poco el ojo y se me caía un moco, fui hasta la primera y escribí “Enero 14. Cba-Bs As”. Casualmente, o no, el subtítulo del libro es “O un viaje atemporal Paris-Marsella”. La analogía y el azar me llenaron de entusiasmo al tiempo que me disparaban las reflexiones que, a continuación, voy a intentar contarte. Porque es tiempo de que lo sepas. Y quizá funcione como un diario atrasado de fin de año.
     En realidad, ahora que lo pienso mejor, nada de atrasado, la verdad –empíricamente comprobable- es que tomé la autopista en febrero del año pasado. Dicen por ahí que cuando uno viaja tiene dos puntos, el de partida y el de llegada. De hecho la referencia puede aplicarse a situaciones que no necesariamente son las del viaje. Acá se comenta, y él bien que lo ha demostrado, que cuado uno logra poner la mirada en el medio de esos dos puntos está accediendo a una realidad que, en rigor, la mayoría de las veces pasa desapercibida y, en el peor de los casos, se la quiere pasar rapidito rapidito. Y claro, es que molesta, se la siente como tiempo perdido, frase tan escuchada en este mundo donde el tiempo que no se pierde es el que se dedica a la obtención de los papeles con microbios, más conocidos como billetes. Pero él lo sabe, y este libro es otra demostración: visualizar ese espacio del medio es acceder a aristas de la realidad desopilantes e inexploradas por nuestra querida, mas innecesariamente instrumental, especie humana.
     Y acá venimos nosotros que, a nuestro modo, hemos aprendido a vivir en ese espacio. Y hoy te lo voy a presentar, sin el permiso de ella, la loquita del Mu. ¿De qué Mu? Del espacio Mugui. Por las características geográficas de nuestros orígenes, la loquita del Mu y yo, quien escribe, no podríamos explicar con certeza nuestro punto de partida: conocidos en Perú, viajantes en Ecuador, reencontrados en Buenos Aires, paseantes por Rosario, dialoguistas a más de diez mil kilómetros -poniendo a prueba experimentos de la más refinada ciencia humana- y convivientes en Córdoba, por sólo contar algunos puntos de relativa importancia. Desraizados en origen pero felices por poder crearlo entre colores, dietas variadas, juegos y viajes, decidimos que lo mejor a una psiquis que pretenda no desesperarse y caer en eso que nuestros bienaventurados psicólogos con o sin matricula llaman esquizofrenia, era, precisamente, su invención. Y así nace el Mugui, un espacio que a las claras da cuenta del feminismo imperante en él (perdón por la indiscreción de las aventuras personales, prometo no volver a contarte nuestras desnudeces y tazas de café rotas... por la loquita del Mu). Por fin nos sentábamos en una mesa que no tenía precipicios para los costados, y en esa mesa le dimos rienda suelta a la vida. Pero estas cosas no son fáciles de controlar, y el Mugui empezó a engordarse, angurriento como él sólo. No se conformó con ser un punto de partida y exigió ser también el de llegada y, lo que demuestra su tendencia epistemológica al todo, del viaje mismo.
     Así, hoy, rodamos adentro del Mugui, y desde acá te escribimos, mirando al mundo desde este espacio que viaja sin prefijarse los rumbos, sin pretender lugares ni fechas precisas de origen (convenimos en Abril como un buen mes, para poder cantar esa canción de Fito), sin puntos de llegada obligatorios, viajando, viajando, viajando aunque no salgamos de la cama un domingo a la mañana y prefiramos ensuciar el único juego de sábanas que tenemos con tereré y dulce de leche. No sabemos cuanto más va a engordar el Mugui, sí que cada día es una esponja más absorbente, que se obstina en crecer y crecer, en cada mirada que indica el momento de contraatacar en una sobremesa, en el agua que le cae en la cabeza a la señora del segundo enojada cuando regamos las plantas y ella está entrando al edificio, en las tartas para muchos comensales que nos hacen estallar, en cada indignación por esos colmillos que muerden para chuparle dólares a una realidad que sabemos va a ser mejor tarde o temprano, en cada pregunta, en cada dentífrico y cepillo de dientes gastado, en ese reloj de papel que decidimos pegar en la pared para poner el horario que nos parezca más conveniente según las ganas, en esa autopista Córdoba- Buenos Aires que tantas veces nos separaba y que ahora es parte del Mugui, que aprendió a estirarse exactamente 715 kilómetros.
     La primer hoja del libro que termine hoy tiene la dedicatoria de la loquita del Mu, la segunda la fecha y el lugar de lectura “Enero 14. Cba-Bs As”. Ahora sé que me equivoque, que en realidad el libro nos estaba leyendo a nosotros, que ese viaje atemporal estaba intentando emular el nuestro, que Julio, que lo hizo otra vez, está contento porque dos cronopios giran y giran en su Mugui. Y que Abril es bello. 

jueves, 5 de diciembre de 2013

Carta a un amigo

Te escribo a vos que estás lejos, porque acá ya se dijeron muchas cosas. Te escribo a vos allá en el sur, en los pagos de mi buenos aires querido, quizá viendo el río, escuchando un tango, a vos y allá porque todavía me cuesta hablarles a los de acá sobre su lugar. Ya leí mucho, vi mucho, escuché mucho, aprendí mucho. Y te escribo a vos allá porque, a pesar de todo, ahora estoy acá.
          Te habrás enterado, compadre, del espanto de esta semana por estos lados. Seguramente lo leíste en los diarios, lo viste en la televisión, en las redes sociales. Lo seguiste y al rato me preguntaste si estaba bien, qué novedades tenía. Ahora que pasaron unas horas, como pueda, te lo voy a contar, porque pasó acá, donde ahora vivo.  
         Me despertó la chinita porque escuchaba gritos en la calle, me zarandeó para todos lados, es raro, suelo tener el sueño liviano. No, si vos sabrás, que tanto tiempo la pasamos juntos. Tal vez no me quería despertar para no verlo, para no enterarme. Viste que los mecanismos de defensa de la capocha son así, evadir y evadir, y dale que va. Te decía que hizo de despertador ella, serían las tres de la madrugada, nos asomamos a la ventana y vimos y escuchamos, vimos poco porque era en la esquina y no nos daba el ángulo. Pero escuchamos de todo, gritos de alegría, de revancha, de odio. Se notaba que era mucha gente, que había algún conflicto, pero no entendíamos. Sí te puedo decir que se nos metía por la ventana un aire a ritual diabólico, como en la película esa, la del Señor de las Moscas. Especulamos un montón de cosas, pero nunca lo que nos enteramos unas horitas después. La calle no estaba como siempre, no pasaban los colectivos ni los taxis, y ahí nomás se nos vinieron los gritos de hacía poquito, y armamos la historia, y entendimos.
          ¿Qué te voy a decir de lo que pasó si ya lo sabés? Que la policía se acuartelo por un reclamo salarial, que los saqueos dieron vuelta la ciudad, que no puede ser casual semejante demostración de poder para negociar. Imaginate, sabiendo que al otro día se juntaban con el gobernador, lo mejor que podían hacer para mostrar lo grande que la tienen es motorizar los saqueos, liberar zonas, preconizar representaciones de anarquía. Igual, no quiero hablar de esto, porque ya lo sabés, sos pillo y estas cosas no se te escapan. Como tampoco se te escapa el mensaje del gobernador, la miseria en su forma de resolver las cosas, a los palos, la política de seguridad acá es a los palos, la política de inclusión es a los palos. Palos y palos, amparados en códigos, jueces, y una cultura del palo que de esa sí no tenemos dimensión, ni vos ni yo. Ahí quería llegar compai, no para contarte nada, sino para pensar juntos, a la distancia.
          Me mude a una ciudad que tiene su historia pesada, esa que leímos o que todavía alguno que queda nos la cuenta, la del Cordobazo, la de Tosco, en la que tuvieron que bajar a Obregón Cano, la de las fábricas y la lucha de clases, la docta, la de la universidad más antigua del país, la cultural, bueno, esa que conoces. Es rara. Es contradictoria. Es una ciudad y las ciudades son así, ¿no? Lo vanguardista y lo ultra conservador. Pero no nos llama la atención, todo se mueve en una ciudad. Y lo que más se mueven son las represiones, las latencias de odio, el individualismo feroz, el racismo y el clasismo. Córdoba es una ciudad de clases, como en todos lados, sin embargo acá llevado hasta un límite espantoso. Las políticas provinciales profundizan la división en clases, cosa que no sorprende, pero sí esto: las clases acá son arrastradas por la propia política a invisibilizarse. Se corre a los sectores populares, se los muda, se los borra, se los esconde, lejos del centro, lo más lejos posible de los símbolos de estatus y poder, ah pero no se quejen, encima que les damos casas. ¿Será tan insostenible la lucha de clases en Córdoba que ni siquiera pueden convivir como el mandamiento peronista pregona y, seamos justos, muchas veces consigue? ¿Es tan sutil el movimiento que rompe la superficial armonía para que todo estalle? Acá hay un brazo esencial que mantiene ese orden a punto de resquebrajarse en mil pedazos: la pata represiva del estado.  Es central, es una piedra angular en esta ciudad. Y el jefe lo sabe, no hace falta que lea los Cuadernos de la Cárcel del tano marxista. Te lo juro: acá es coerción pura, por todos los medios hay que evitar el encuentro con los extraños.  
          ¿Por qué? Porque el capital no para de acumularse, el económico, el cultural, y el simbólico. No para, no se detiene. Y para que se acumule necesitas mucha, pero mucha, represión.  Necesitas represión para que los centros comerciales se sigan llenando de los que acumulan capital, necesitas represión para ir al cine y no cruzarte con los otros, necesitas represión para caminar tranquilo en el centro, necesitas represión para no dejar de consumir. Porque acá los otros no están. Si los ves, date una vuelta a la manzana y cuando vuelvas en el mejor de los casos llegas a escuchar al patrullero irse y como un conejo en la galera del mago, el otro no está más. Si venís a visitarme quedate tranquilo, mira para arriba, no es un pájaro, no es un avión, no es batman, es un helicóptero de la sotero, que también te cuida. Y esto los acuartelados lo sabían, la tenían bien clarita cuando negociaban. Podemos discutir el sueldo de los subalternos, tenés razón, no quiero que se me pase. Te quería contar eso nada más, lo importante que es acá la coerción. No se puede permitir que deje de estar una noche, porque los otros quieren copiarte, y encima sin pagar. Te rompen todo y se visten como vos, usan el mismo tele que vos, el mismo celular y las mismas zapatillas. Y sin trabajar. Porque eso sí, en esta ciudad todos podemos trabajar y juntarnos el manguito para comprarnos las cosas que nos hacen bien al corazón. Tener, tener y tener para ser. Te lo cuento así, sarcástico, porque no se me ocurre otra forma. Allá lejos están los otros, en sus barrios, y esta semana se les ocurrió venir. Porque no estaba la coerción, el intríngulis de este consenso precario.
          Y esto lo sabemos desde que nos leen cuentos de chiquitos, cuando lo que nos es desconocido aparece, atájate, que nos ponemos los tapones. Lo desconocido o lo que no queremos conocer. Los desconocidos o los que no queremos conocer. Y la coerción, otra vez, perdoname que insista, como ayuda a que haya desconocidos. Por suerte si hay palos siguen siendo desconocidos, pero pucha cuando no hay. Seguimos haciendo eso que planteaba el barbudo en el mil ochocientos, seguimos cosificando a las personas y humanizando a las cosas. Y cuando las personas son cosas son inertes, no tienen vida, no tienen historia, ni pasado ni presente, que no jodan con el futuro, para qué carajo iríamos a relacionarnos con cosas, para qué nosotros sujetos vamos a relacionarnos con un objeto más que no sea como dominación. Con el objeto no hay intersubjetividad. Al objeto se lo usa, mierda, se lo manipula. Y estos objetos que aparecieron la otra noche nos son útiles sólo si siguen cumpliendo la función que les dimos y que sostenemos día a día: siendo otros, ajenos, lejanos. Porque a no confundirse, tienen que estar ahí, marcando nuestro contraste, nuestra relación inversa de acumulación de capitales, ¿cómo se mide un poder si no es en términos relacionales, si no hay un nosotros y un otros con los cuáles medirnos? Ustedes, objetos, tienen que estar ahí, pero sin joder.

          Bueno, aflojo hermano, no tenes por qué bancarte todo esto, vos allá queriendo tomarte unos mates con tu vieja o mirar el partido del cervecero. No seas boludo, sabes que no justifico la violencia ni los saqueos, que lo que acá charlamos va por otro lado. Ya quiero terminar, pero me cuesta, se me viene una y otra vez la ventana, los gritos, la esquina. Acá nomás, en el barrio donde vivo ahora, lejos del tuyo manito, lo latente explotó, lo racial y clasista desbordó a la gente bien que decidió salir a defenderse pegándole a cuanto changuito de tez oscura y en moto se le cruzaba. Ahora sé qué era eso que vimos con la chinita por la ventana, ese ritual fuera de sí, esas energías colectivas ancestrales, esa gente que me crucé hoy en la calle, en la facultad, en el bondi, pero que ayer no reconocí, porque tenían palos, estaban pintados, cantaban cosas que no entendía y danzaban alrededor del fuego de una moto y pegaban y amenazaban a un invasor que se les ocurrió que era tal (hoy salió el papá a contar desgarradamente que su hijo había venido a cenar al centro con un amigo, ¿podés creer?), la ofrenda que tal vez venía de lejos, lo que hay que entregar como regalo a esta divinidad: el orden social. 



lunes, 25 de noviembre de 2013

Sobre sociologías, hamburguesas y religiones

- ¿Hola Carlitos? Habla Emilio, che ayer cobre mi primer sueldo, la verdad que la división del trabajo social es fantástica. Los quería invitar a vos y a Max unas hamburguesas mañana.
- Emilio, me da gracia tu optimismo, y ya te dije: el social del trabajo va en otra parte. En fin, acepto.

-Perdón que se me hizo tarde, me colgué charlando con una mina. Es increíble la reciprocidad de las acciones. ¿Qué pidieron? ….
- Me encanta venir a comer acá porque es una muestra en miniatura de lo que esta pasando en el mundo, miren como funciona cada pieza del personal. Son más autónomos y al mismo tiempo más funcionales y dependientes de la sociedad, no hay dudas de que la división del trabajo social es lo que genera este nuevo tipo de solidaridad en las sociedades modernas. Entre nosotros, este tipo Spencer es un gil.
- ¿Y entonces? ¿A qué queres llegar?
- Y entonces nada, nosotros como sociólogos tenemos que estudiar los fenómenos morales, son hechos sociales que tienen sus propias leyes y que explican al individuo. Eso es, la sociedad explica el individuo. La sociedad es la única fuerza que las personas reconocen como superior y ante la que someten sus pasiones. Te decía que el nuevo principio de solidaridad en las sociedades modernas es producto de la división del trabajo social, fíjense que es moral porque produce solidaridad y cohesión. La interdependencia de las personas no hay que verla en sus efectos económicos, sino en los morales. He aquí un nuevo tipo de individuo por un nuevo tipo de lazo social.
-Pero Emilio, ¿me hablas en serio? Deja de volar y vente a tierra, hay que pensar los hombres en relación a sus condiciones materiales de producción…
-(interrumpiendo) Bueno se ve que a tu mundo le falta gente que fabrique Gillete, se te pego mostaza en esa barba gigante.
- ¡Te hablo en serio! Los hombres producen sus propios medios de vida y así sus condiciones materiales, lo que las personas son depende de esas condiciones de producción. La vida, muchachos, determina la conciencia. La producción es colectiva, lo que implica, como bien vos decís, división del trabajo; pero el modo de producción actual impone la separación de los medios de producción del productor. Así que voy a corregirte, no es división del trabajo social, sino división social del trabajo. ¿Sí?
-Espera Max, dejame un rato más a mí. Querido Carlos, ¿acaso no sos capaz de ver la potencialidad armónica de esta sociedad producto del nuevo tipo de solidaridad? Es cierto, todavía no llego a la perfección, pero tiene potencial.
- Pero que armonía ni armonía, si hay división social del trabajo entonces hay conflicto entre el capital y el trabajo, la fuerza de trabajo es mercancía…¡Emilio no hay armonía ni complementariedad en el trabajo, hay explotación! Sociedad es orden social, la cohesión o lazo social, querido, se da por desigualdad y sometimiento entre las clases sociales.
- Bueno gordo no te chives, puede que tengas razón, pero hay algo más. Déjenme hablar un rato a mi ahora. Voy a partir desde otro lugar que el de ustedes, a ver a donde llegamos. Pensaría más en el individuo para explicar la sociedad, tenemos que estudiar la acción social para entender el sentido que los sujetos le dan a sus acciones y entonces ver como se puede establecer una relación social duradera. La clave es comprender que una acción social implica reciprocidad, actuar en función de los otros, si eso se logra entonces tenemos una relación social. Más allá de cómo sea la regularidad de esa relación, la legitimidad del orden puede darse en función de la tradición, motivos afectivos, la creencia racional con arreglo a valores o la legalidad.
-Uh, para llegar vas a estar tres días hablando.
- Y bueno, pidan mas comida, total invita Emilio. Les decía, lo que vos Emilio llamas lazo social entonces estará dado por la permanencia en el tiempo de las relaciones sociales y, a su vez, la permanencia de esas relaciones por la creencia en su legitimidad. Una cosa estoy con vos Carlitos, el orden legítimo permite la dominación.
- Claro por los mecanismos superestructurales que…
-Banca pebete, dejame seguir y después arrancas vos. Si bien la legitimidad y los motivos de la acción son subjetivos, surgen de “imágenes del mundo” con un fermento religioso. Digo, los actores saben que es lo alentado y lo prohibido de la cultura en la que viven. Si las creencias mueven acciones, es importantísimo para analizar la sociedad comprender los componentes ideales que ayudan a formar un sistema objetivo. Ustedes recién estaban hablando del trabajo, les muestro como se aplica mi teoría. La organización capitalista moderna se basa en la racionalidad y el cálculo, la rentabilidad es un objetivo continuo, la unidad básica del capitalismo es la empresa que se orienta al beneficio en el mercado. ¿Qué es una empresa señores?
- La unidad básica de explotación y dirección del capital….
- Bueno si, pero en relación a lo que venía sosteniendo, y espero que me hayan seguido en la coherencia argumentativa porque me hierve el cerebro, la empresa es una asociación societal y, por lo tanto, un tipo de relación social que se legitima por la creencia en la racionalidad y el cálculo. Trabajar entonces más allá de las necesidades materiales, Carlitos, y de las posibilidades de generar lazo social, Emilio, también encuentra explicación en creencias que dan sentido a las acciones de los sujetos.
-Me quede con la idea del fermento religioso, estoy seguro que la religión es algo esencialmente social, las representaciones religiosas son colectivas porque expresan realidades colectivas.
- Sí, y ayudan a crear realidades colectivas también. Fijate en relación al tema del trabajo, la moral calvinista fue ideal para adaptarse y ayudar a formar el ethos del capitalismo porque ayudo a generar un tipo de personalidad que permite el desarrollo del sistema, formando en el individuo la predisposición al trabajo como medio de salvación.
-¿Cómo es eso?
-Bueno, en la moral calvinista es central la idea de predestinación, Dios decide que le toca a uno como destino. Ahora, lo que demuestra quien esta salvado se ve en función a la predisposición al trabajo, lo que se busca es actuar para confirmar la idea de predestinación. Si lo comparan por ejemplo de la idea católica de la salvación extraterrena, fuera del mundo profano, donde el salvado es el que pertenece al espacio sagrado, se entiende la relación entre la moral reformista y el ethos del capitalismo. Ahora la salvación está acá, en este mundo, se confirma por el éxito que tenga en mi profesión. No hace falta ningún sacerdote que me diga si estoy salvado o no, lo puedo comprobar por mi mismo. ¡Imagínense ustedes la angustia existencial!, la única solución es la compulsión al trabajo, ser exitoso es confirmar la salvación. Esto, chicos, de a poco va provocando la sistematización de la vida ascetica, no se da lugar a los placeres instantáneos y esporádicos, el tiempo gastado en ellos lo pierdo en la verificación de mi salvación. Así que ojo, porque el afán de enriquecerse es anti ético si se vive en la indiferencia y el goce, lo ético para dios es que la profesión sea provechosa para la comunidad y asegure la rentabilidad. ¿Ven como se conecta esto con el tema de las “imágenes del mundo” a la hora de analizar las acciones sociales, en este caso el trabajo?
-Esta bien, entonces compartirás conmigo que las ideas dominantes son las de las clases dominantes. Alrededor de la estructura de la sociedad, es decir, las relaciones de producción, se monta una particular organización social. Como superestructura, un régimen político e ideológico, con sus respectivas instituciones, que favorecen a las clases dominantes. El sometimiento en las condiciones materiales tiene su correlato y legitimación, como te gusta decir a vos, en el mundo de las ideas. Es sencillo, las ideas, al desprenderse de la materialidad van a favorecer a las clases dominantes. Este chiquito, Feuerbach, hizo bien en comprender que la religión es producto de la materialidad. Lo que no entiende es que la única manera de desprenderse de esa sensación de opresión que los mismos hombres se inventaron, consiste en revolucionar las condiciones materiales. Lo que se necesita es una crítica de las relaciones sociales, no de las ideas, el proceso de producción domina al hombre, esto hay que invertirlo.
- Carlos, dejame disentir con vos en algo, quizá después nos podamos poner de acuerdo. Yo no creo que bajo ningún régimen de producción o sistema sea posible hacer desaparecer la esencia del fenómeno religioso. ¿Sabes que pasa? Estando en grupo se da un estado de efervescencia social que supera la conciencia individual. Las pasiones se avivan, las sensaciones se fortalecen, el hombre se siente transformado y transforma las cosas del mundo que lo rodea para explicarlo. Les da a las cosas propiedades que no tienen, poderes excepcionales, adhiere al mundo profano un mundo ideal que, en el fondo, sólo existe en su pensamiento. En este punto me parece que estamos de acuerdo, pero pongo en serias dudas que algún tipo de sistema sea capaz de impedirlo. Porque el peso de la sociedad se siente cuando los individuos actúan en común, entonces la sociedad es la fuente originaria de la religión. La formación de un ideal sagrado es el resultado natural de la vida social, ella se crea y recrea por ese ideal. En este sentido, la sociedad ideal es formada por la sociedad real, los ideales colectivos prenden fuerte en las personas. Fijense una cosa, ¿Cuál es valor supremo que surge de la nueva forma de cohesión social, la división del trabajo social? ¡El individuo entró en el ámbito de lo sagrado! Insisto con poner en duda la posibilidad de terminar de una vez y para siempre con el mundo sagrado, porque no necesariamente tiene que remitir a un Dios o a algo sobrenatural.
-  Bueno Emilio, pero pensá en lo siguiente, y con esto creo poder sumar un poroto en la discusión. En el capitalismo, los objetos se producen para satisfacer necesidades tanto naturales como crecientemente sociales, ahora bien, esos objetos adoptan la forma de mercancía, es decir tienen un valor de uso y un valor de cambio. El eje puesto en el valor de cambio hace que los hombres den a las mercancías atributos que en si mismas no poseen, provocando que las relaciones entre las mercancías se humanicen y las relaciones entre los hombres se cosifiquen. Esta idea de cosificación me la dio un amigo tuyo Max. Naturalización del valor de cambio, humanización en la relación entre cosas, eso se va sedimentando en otros ámbitos de la vida social. La conciencia se cosifica y en consecuencia la religión como parte del mundo de las ideas también entra dentro de estas observaciones. La única manera de terminar con el fetichismo de la mercancía y entonces con el carácter fetiche de la religión, repito, es revolucionando las condiciones materiales para desvanecer el reflejo religioso del mundo real. Una última cosita, y acá estoy compartiendo con Max en la idea de “imágenes del mundo”, la forma de religión más adecuada al capitalismo es el cristianismo por su culto al hombre abstracto, a la ideas, que soporta los dolores terrenales, es decir, los que surgen de las desigualdades materiales. Así queda oculta la dominación de clases. Te digo más, la crítica de la religión como realidad invertida es el modelo de crítica a la realidad invertida que es el capitalismo.
(Max mira a Emilio esperando la repuesta que, claro, va a dar)
-Amigo mío, quizá en el fondo pueda compartir tus ideas, debería analizarlo más. Pero lo que no voy a dejar de decir es que considero que no puede haber sociedad que no reafirme sus creencias y sentimientos grupalmente, eso es algo que, te diría, es eterno en la religión. Desde mi punto de vista, lo propio de la religión es la división del mundo en sagrado y profano, las creencias religiosas son representaciones que expresan la naturaleza de las cosas sagradas, las relaciones que tienen entre sí y con las cosas del mundo profano. Cuando esas cosas sagradas establecen el sistema de coordinación y subordinación constituyendo un todo unitario, entonces dicho sistema de creencias, más los ritos, forman una religión. Dije, las creencias son representaciones, los ritos son modos de acción que se definen, por su puesto, en función de las creencias. En definitiva, creencias y prácticas unen en una comunidad moral a sus adherentes. La Iglesia entra también en definición de religión porque, vuelvo sobre lo mismo, ella es algo esencialmente colectivo. Los ritos que en las Iglesias se desarrollan no hacen más que exteriorizar simbólicamente los profundos sentimientos del grupo, que, con esta manifestación, se reafirman.
- Debo reconocer tu insistencia con los fenómenos morales, ahora hablas de comunidad moral. Creo Emilio que nuestras posturas parten de epistemes distintas y quizá allí encontremos las causas de porque no podrían articularse. Vos estas pensando siempre desde la armonía, yo desde el desorden. Para vos es comunidad moral porque reafirma valores, para mí la Iglesia es en todo caso la institución que materializa las ideas dominantes de la religión.
- Comparto la idea de comunidad en la definición de Iglesia. Pero formalmente lo planteo como un tipo particular de relación social, donde el sentido de la acción tiene que ver con la pertenencia a un todo, el sentimiento subjetivo de constituir ese todo. Diría que es una relación social cerrada porque hay ordenamientos que rigen ciertas acciones, los ordenamientos encuentran su racionalidad en arreglo a los valores.  Pero algo más, hay un cuadro administrativo que hace cumplir esas normas y por lo tanto estaríamos hablando de una asociación; y como los miembros están sometidos por la creencia legitima en los mandatos es una asociación de dominación. Y es además una asociación hierocrática  porque la asociación de dominación aplica para la garantía de su orden la coacción psíquica. ¿Estamos?
- Uhhh pero que sesudo te pusiste después de tanto tiempo de conversación. Muchachos fue una linda charla, creo que podemos trabajar en profundizar nuestras diferencias o en buscar puntos en contacto, porque la división del trabajo produce solidaridad (mira de reojo a Carlitos, que gruñe)

- Y dale con eso. Hagamos lo que hagamos, para otro día. Vamos a tomar una cerveza, esta vez invito yo.

lunes, 4 de noviembre de 2013

Libro de Manuel: la historia y el hombre nuevo


Interpretación poco solemne de la última novela de Cortázar. Fragmento de un escrito que también contiene "Diálogos con Rayuela", crónica migrada a este espacio unos meses atrás. 

Última parada del viaje, llegamos a Libro de Manuel -1973-, novela que pretendimos vislumbrar retrospectivamente. Quizá no sea, a decir del propio escritor, la mejor obra de Cortázar en cuanto a su escritura. Contiene sin embargo una potencia en su contenido que sólo es aprehensible si se consideran las novelas anteriores. Tal ha sido, repetimos, el objetivo de este escrito. Nadie duda de que Rayuela, desde su valor histórico, social, cultural y escritural, es la novela más importante de J.C. Aquí tampoco se pone en discusión ello, o en todo caso, no es el motor que me ha guiado. Pero me animo a suponer que Libro de Manuel, con sus errores, es la muestra literaria -desde la novela- de una llegada de Cortázar como sujeto histórico. Hemos hasta aquí pretendido no movernos de las novelas, evitar recurrir a los textos explícitamente políticos para no forzar las explicaciones. Hicimos un juego de intertextualidad con El examen y Carta a la Patria, pero una vez que ya habíamos trabajado con la novela. Lo que queremos es atravesar el puente de las novelas, el tablón que las junta, ver sus líneas de sentido. Hubiese sido más sencillo, quizá, ir trabajando en paralelo los textos críticos –como los recopilados en Obra Critica III-, usar la Carta a Roberto Fernández Retamar sobre la situación del intelectual latinoamericano de 1967, rastrear entrevistas que nos avalen. Pero no, seguimos centrados en las novelas, en esos textos de ficción. Trabajar con y desde esos textos. Entonces repitamos las operaciones que hemos realizado con las cuatro novelas anteriores, esta vez en Libro de Manuel.
Si usted lo desea, lector, abramos el libro. En el prólogo ya nos encontramos con varias aclaraciones: sobre la conjunción de los caminos entre la ficción y los problemas latinoamericanos contemporáneos, sobre el modo de hacer leer a los personajes los periódicos, con la posdata sobre los derechos de autor y, aquí deseo centrarme, sobre el socialismo latinoamericano: “la lucha en pro del socialismo latinoamericano debe enfrentar el horror cotidiano con la única actitud que un día le dará la victoria: cuidando preciosamente, celosamente, la capacidad de vivir tal como la queremos para ese futuro, con todo lo que supone de amor, de juego y de alegría (…) y esa afirmación tiene que ser lo más solar, lo más vital del hombre, su sed erótica y lúdica, su liberación de los tabúes, su reclamo de una dignidad compartida en una tierra ya libre de este horizonte diario de colmillos y dólares”. Considero que en este pasaje se concentra una suma de elementos nodales en eso que llamamos la línea de sentido que une las distintas novelas, y agrega uno nuevo. Tenemos a un Cortázar que nos advierte que este libro es una apuesta, un aporte a la causa del socialismo latinoamericano, pero a su vez nos llama la atención sobre algo que viene diciendo desde sus primeros escritos: rechazar los tabúes, las “buenas costumbres”, la escala de valores del hombre occidental contemporáneo.  Entiendo que, más allá de lo nuevo que Cortázar haya descubierto de la experiencia socialista cubana y de los levantamientos populares en toda la región, encuentra en esas experiencias la posibilidad de profundizar ciertos temas que lo habían preocupado en épocas cuando, digámoslo así, no era socialista. Esto es, discutir al hombre occidental, a la formación social de su subjetividad, a sus maneras de percibir y ser en el mundo, al modo en el que se constituyen sus relaciones, o sus puentes, o sus tablones o rayuelas. Sin dar más vueltas, Cortázar encuentra en los procesos latinoamericanos fuentes desde donde será posible desarrollar positivamente esas cuestiones que lo situaban como un perseguidor, pero ahora desde lo histórico, desde el ritmo de la historia. Si hay distintas etapas en las preocupaciones de Cortázar que se reflejan en sus textos, no creo que sea arriesgado afirmar que por fin las búsquedas metafísicas, al menos algunas de ellas, encuentran un terreno fértil en el campo histórico, en un terreno que está sujeto a luchas; lo que eran búsquedas individuales –pero siempre, como vimos, con la búsqueda del otro- son aquí y ahora la necesidad de encontrarse con un nosotros. No puede ser más contundente una de las frases que dispara en su Policrítica en la hora de los chacales: “hay cosas que no puedo tragar en la marcha hacia la luz si se sacan a relucir los podridos fantasmas del pasado”. El socialismo de Cuba, y la imagen que irradia a toda América Latina, es representado como una “marcha hacia la luz”, una profunda carga de sentido a la existencia, es un encuentro radical de las búsquedas metafísicas, y ello con la necesaria articulación de un nosotros. Pero claro, Cortázar vio, como tantos otros, “fantasmas del pasado” en esos procesos, tabúes que renacían, prejuicios que no morían, el hombre occidental y la burocratización de la vida irrumpiendo. Lo cual, por otra parte, no era algo impensable, de hecho más bien puede ser presumible que suceda. Y allí Cortázar encontró que podía lanzar su aporte: continuando la crítica de esas subjetividades, de las tradiciones prejuiciosas y cerradas en sí mismas, en el impulso a un espíritu más lúdico, más erótico, más vital. No es menor que con tanto énfasis se haya lanzado a hacerlo, evidentemente Cortázar  se interesa en la constitución del hombre nuevo porque era posible en ese contexto, porque había que luchar por él, porque –arriesgo la imagen- el puente, la rayuela de hombre a hombre es la historia viva, la lucha por su significado, y el kibutz del deseo ha tomado la forma de socialismo. A mi juicio, Libro de Manuel, más allá de cualquier consideración de carácter estético, condensa todo eso, que lo atraviesa, pero que también lo rebasa, y entonces es ahí donde sitúo su relevancia en la obra de Cortázar. Los resultados pueden ser discutidos, pero no la importancia de que el gran cronopio lo haya escrito.
Vayamos, ahora, a la novela. Tenemos al  grupo, La Joda, formado entre latinoamericanos exiliados y algunos europeos, predominantemente franceses. Un narrador de las acciones, el que te dije, un heredero de los papeles que también resulta ser el perseguidor, Andrés, y entre tantos otros, un niño, Manuel, el destinatario de todo ello - ¿el hombre nuevo?- Las primeras noticias que tenemos de La Joda en cuanto a sus acciones tienen que ver con “contestaciones”: alaridos en espacios públicos para incomodar costumbres pequeñoburguesas,  saludos a los conductores de colectivos al descender, comer parados en restaurantes, diálogos embarazosos en distintos comercios o el relleno de cajas de fósforos o cigarrillos con otros contenidos. Pareciera haber en estas “contestaciones” una suerte de prolongación de las muñecas de Monsieur Ochs o las cartas a los neuróticos anónimos que aparecían en 62 Modelo para armar, es decir, provocaciones, pequeñas acciones sobre el transcurrir cotidiano. Este tipo de situaciones son repetidas en los libros de Cortázar y, hasta allí, La Joda es presumiblemente una suma cortazariana. Al mismo tiempo, el grupo prepara el libro que será para el pequeño Manuel con noticias periodísticas sobre acontecimientos ocurridos en amplias regiones del mundo, a consignar: América Central, Uruguay, Brasil, varias ciudades de Argentina -La Plata, Córdoba, Rosario, Tucumán, Mendoza, Buenos Aires, Mar del Plata-, Alemania y Francia. No hará falta decir que las noticias son reales y que los personajes se van encontrando con ellas a lo largo de la novela. En sí, lo importante es que La Joda  actúa coordinadamente, con criterios comunes de acción. Esto resulta obvio en el marco de lo que será su obra maestra, sin embargo no resulta un dato menor a la hora de pensar los distintos grupos que fuimos viendo aparecer en las novelas. La Joda es, además de un grupo a partir del cual Cortázar ordena los distintos personajes, una herramienta para la acción política, con roles asignados y determinados objetivos. No haremos aquí el trabajo de historizar el contexto sociopolítico de las décadas del sesenta y principios de los setenta, baste sólo mencionarlo para que un cúmulo se significados e imágenes se vuelvan a nuestra conciencia, y entre ellas, los grupos de militancia números y organizados en vastos campos.
¿A qué apunta todo esto? ¿Por qué la organización? Bien, lo mejor sería consultar en los propios apuntes del que te dije: la realidad es un fracaso del hombre, hay que cambiarla y, aquí dos caminos; cambiar la realidad sólo para uno mismo o cambiar la realidad para todos. Este planteo, muy esquemático, está en las primeras páginas del libro y marca una posición ética concreta, “cambiar la realidad para todos es aceptar que todos son (deberían ser) lo que yo, y de alguna manera fundar lo real como humanidad. Eso significa admitir la historia, es decir la carrera humana por una pista falsa (…) Hay un solo deber y es encontrar la buena pista. Método, la revolución”. Tres puntos de este fragmento resultan insoslayables: admitir la historia para cambiarla, cambiarla para todos, y para eso la revolución. El último planteo, el referido a la revolución, podemos suponer que tiene un peso fuerte por la época en la que está escrito el libro y, en ese marco, no quisiera ahondar mucho. Pero sí ubicar los dos primeros en la línea de sentido en la cual fuimos atando las novelas, aquí la historia y el nosotros pasan a primer plano por primera vez de modo explicito en una novela cortazariana. ¿No resulta más complejo y atractivo situar esta llegada, este punto de anclaje en un nosotros histórico, si lo consideramos en perspectiva, es decir, habiendo analizado antes las otras novelas? Considero, lo digo una vez más, que esas dos palabritas, historia y nosotros, se cargan ambiciosamente de significado, explotan su sentido en Cortázar reflexionando del modo en que aquí pretendemos hacerlo, y no sabemos si con algún éxito. En todo caso, del modo en que intentamos hacerlo.
No quiero incursionar demasiado en las cosas que van sucediendo en el libro, el método es ir tomando algunos aspectos y analizarlos, recortar y exprimir. Por eso no voy a trabajar demasiado el tema del secuestro del Vip, la gran obra de La Joda, sí subrayar al secuestro como una metodología utilizada en la época por diversos grupos guerrilleros para, o bien obtener recursos económicos del rescate o pedir algo concreto, por ejemplo la liberación de presos políticos, como es el caso de La Joda.
Sigamos. Los diálogos no tienen la riqueza de otras novelas como Rayuela o Los premios, y tampoco giran en torno a disputas ideológicas. Claro, La Joda es un grupo que ya tiene una ideología base, sin embargo es muy común que al interior de estos grupos haya discusiones de ese tipo, que en este caso no tenemos. Podemos suponer varias cosas para explicarlo, quizá no sea descabellado suponer que Cortázar prefirió no caer en el estereotipo de novela sobre la temática, con diálogos prefabricados y argumentaciones ya masticadas.
Otra cuestión, la Joda y su relación con el peronismo. Atentos acá, porque podemos retomar un tema tratado unas cuantas páginas atrás cuando analizábamos El examen.  Busquemos a Marcos, líder de La Joda, ahí lo tenemos, charlando con Ludmilla, escuchemos. “Mi provincia está en un lugar viejo y cansado, habrá que hacerlo todo de nuevo, créeme (…), viejo y cansado a fuerza de falsas esperanzas y promesas todavía más falsas en las que por lo demás nadie creyó nunca salvo los peronistas de la guardia vieja y estos por razones bastantes diferentes y muy legítimas aunque al final el resultado fuera el de siempre, o sea coroneles a patadas empezando por el héroe epónimo”. Podemos suponer sin temor a forzar demasiado las cosas que hay en las palabras de Marcos ideas del propio Cortázar, de todas formas, aún así no lo fuera, lo mismo nos sirven. El país del que se van Juan y Clara al final de El examen es hostil, extraño, incomprensible, el país del que habla Marcos está viejo y cansado. Cierto, Marcos es cordobés y la primer novela transcurre en Buenos Aires. No es un detalle menor, pero entiendo que el diagnóstico es el mismo. El peronismo es medular en ambas situaciones, en el primer caso por ese clima absurdo y hasta irracional de las calles porteñas, y aquí por las falsas promesas y esperanzas. No hay algo así como la reivindicación del peronismo, se sigue siendo crítico, pero con una vuelta de tuerca, ¡atención a lo que viene! Paremos de nuevo el oído, “-¿Por qué muchos de tus amigos hablan del peronismo como una esperanza o algo así? – Porque las palabras tienen una fuerza terrible, porque la realpolitik es lo único que nos va quedando entre tanto gorila pentagonal y tanto Vip (…), pensá en el jugo que le han sacado a la palabra Jesús, a la imagen Jesús, comprende que nosotros necesitamos hoy una palabra taumatúrgica y que la imagen a la que corresponde esa palabra tiene virtudes que reíte de la cortisona. –Pero vos no crees en esa palabra, Marcos. –Qué importa si nos sirve para echar abajo algo mucho peor (…) Me importa un bledo ese viejo que pretende telecomandar algo que en su día fue incapaz de hacerlo a fondo y eso que tuvo las mejores cartas en la mano; pero de hecho ya está fuera de juego, solamente que los nombres y las imágenes duran más que lo nombrado y lo representado, y en mejores manos pueden dar lo que no dieron en su momento”. Notable lectura de Cortázar, por eso me permito citar tan largo fragmento. No hay reivindicación del peronismo, pero hay una visión estratégica montada sobre él, sobre su imagen y la de su líder. Recordemos, dieciocho años de proscripción de la fuerza política mayoritaria en el país fueron suficientes para que un enorme caudal de experiencias sociales y políticas se cohesionaran en su nombre: la Resistencia, sindicalismos burocráticos o combativos, los grupos juveniles guerrilleros urbanos, etc. No pretendo expandirme en esto, aunque bien tentado estoy. Sólo quiero señalar experiencias disímiles, de contenido ideológico dispar, que atraviesan generaciones. Ya no son sólo los obreros peronistas los que reclaman el fin de la proscripción, son también los hijos de las clases medias que chocan con sus familias típicamente asociadas al “gorilaje”, son los intelectuales de las Cátedras Nacionales. En fin, una historia apasionante y siempre abierta a lecturas. Y vemos esta actualización en Libro de Manuel: La Joda, organización no peronista, comprende la potencia del peronismo y la mítica imagen de su líder como factores movilizadores de masas populares. Lo que van a buscar es disputarle la dirección de ese movimiento: “Para La Joda todas las armas válidas son eficaces porque sabemos que tenemos razón y que estamos acorralados por dentro y por fuera, por los gorilas y los yanquis e incluso por la pasividad de esos millones que esperan siempre que otros saquen las castañas del fuego, y además por el sólo hecho de que los enemigos del peronismo sean quienes son nos parece un motivo más que legítimo para defenderlo y valerse de él, y un día, sabés, un día salir de él y de tanta otra cosa por el único camino posible, ya te imaginarás cual”. Hay de parte de Cortázar una lectura en tiempo real muy acertada de lo que el peronismo representa para este tipo de organizaciones, quizá alimentada por el contacto que mantuvo con grupos guerrilleros argentinos. La historia que vendrá será la más trágica de nuestra historia contemporánea, y estas organizaciones -incluso las que se autoproclaman peronistas- serán echadas en 1974 de la Plaza de Mayo bajo la acusación de “infiltrados” por el mismo Perón. Lo cierto es que, por el momento en el cual está escrito el libro, este pasaje de Marcos y Ludmilla resulta admirable. Algún día Marcos imaginaba quitarse tantos “sobretodos mugrientos y calzoncillos sucios”, y eso no puede sino interpretarse como quitarse la identidad del peronismo. Hay en esta actitud cierto espíritu vanguardista inspirado en la figura del Che Guevara, una intelectualidad a la cabeza de un proceso revolucionario que “sabe” lo que hay que hacer y va “desenajenando” a las masas de su espíritu acrítico. En Argentina, esas masas eran peronistas y no hubo más remedio para muchos grupos -no todos, hay que señalarlo- que ponerse, calzarse esa identidad. Este sólo punto podría llevarnos a hacer un trabajo entero y, aunque siento que es insuficiente lo dicho, espero no haber hecho reduccionismos inadmisibles, cuando la intención es sólo dar pinceladas de época. Sigamos con esto, que se va complejizando -y suele escucharse que Libro de Manuel no es rico, cuantas macanas se dicen por ahí-.
Leímos a Marcos, sabemos ahora que lo que une a la Joda con el peronismo, además de todo el caudal simbólico y movilizador de este último, son sus enemigos. ¿Quiénes son? Fundamentalmente el imperialismo norteamericano, y eso es un hecho histórico fundamental para comprender la época. Muchas de las experiencias del llamado Tercer Mundo encontraban puntos de apoyo en la proyección de ese enemigo común, y esto no se escapa en la novela. En el plano de la ficción, podemos recordar los “Fragmentos para una oda a los dioses del siglo”, escrito por Lonstein, que hace referencias a empresas multinacionales que controlan el mercado mundial, llevando la lógica del capital a todos los rincones del planeta. Pero también este enemigo común aparece en los testimonios reales de torturas que se encuentran en la parte final de la novela. No es menor el detalle, los testimonios de los torturadores señalan estar entrenados en Estados Unidos. La ubicación de los relatos de torturados y torturadores en paralelo entiendo que tienen una razón central: se tortura en Argentina con las mismas técnicas con las cuales fueron instruidos los torturadores de Estados Unidos. Hoy no es novedad para nosotros, vamos conociendo cada día más la historia, y justamente por eso podemos valorar más este texto de Cortázar. Los testimonios, más los cuadros anexados sobre “Misiones de ayuda militar” y “Entrenamiento de militares extranjeros”, dan pauta del imperialismo yanqui como enemigo, imperialismo económico, político, social y cultural.
Nos queda, como último enfoque antes del cierre, lo que tanto anunciamos páginas atrás, la cuestión de la subjetividad y el hombre nuevo. Pequeño comentario previo sobre la historización de uno de los recortes de los diarios. Si bien, asume el propio Cortázar en el prólogo, la intención era que estos recortes influyeran en las actividades del grupo, no siempre el objetivo se cumple y algunos recortes quedarán como motivo de denuncia, lo cual, por otra parte, no es menor. Entiendo que uno de los recortes sí logra realizarse en un personaje, me refiero al caso de Oscar y la noticia sobre el motín en un Instituto de menores en La Plata. Allí los hechos reales hacen cuerpo en el personaje y los resultados son muy atractivos. Bien, cerremos paréntesis y retomemos el motivo de este párrafo. En uno de los capítulos dedicados a las búsquedas de Andrés, aparecen reflexiones sobre la relación hombre viejo- hombre nuevo, usando la música como alegoría y una nueva formulación sobre un tema central a lo largo de todo este escrito: los puentes. “Es natural que me pregunte como hay que tender los  puentes, buscar los nuevos contactos, los legítimos (…) porque no se trata de coexistencia, el hombre viejo no puede sobrevivir tal cual en el nuevo aunque el hombre siga siendo su propia espiral”. El problema es el puente, “¿cómo tender el puente y en qué medida va a servir de algo tenderlo? (…) Un puente, aunque se tenga el deseo de tenderlo y toda obra sea un puente hacia y desde algo, no es verdaderamente un puente mientras los hombres no lo crucen”.  Lo viejo y lo nuevo en el hombre coexistiendo, Andrés es el personaje desgarrado por el tiempo histórico, entre sus placeres asociados a un estilo de vida burgués y la actualidad histórica que le plantea la necesidad de comprometerse con ella, sobre todo cuando frente suyo está La Joda, ¿participar o no? El sueño con la imposibilidad de recordar lo que el cubano le dice, sólo revelado hacia el final de la novela: “despertate”, las escenas de erotismo -no desligadas de cierto aire machista, a nuestros ojos-, son elementos que en Andrés operan como ese pasaje, como ese permanente estado de búsqueda. Insisto con la idea del desgarramiento del sujeto histórico, que asume la lucidez sobre lo que sucede en su tiempo y, amigo Oliveira, si la lucidez deviene en inacción, “¿no se vuelve sospechosa?”. Entonces, aquí un primer escalón, el pasaje del hombre viejo al nuevo, un pasaje lleno de contradicciones, de supervivencia de aquello que se pretende superar. Andrés lo sabe, no hay algo así como un nuevo despertar lineal entre lo que muere y lo que nace, el hombre se constituye en espiralidad. Ahora bien, sucede que no todos en el libro asumen estas búsquedas, muchos parecieran ya haber pasado del hombre viejo al nuevo, por su compromiso, por su valentía. Aquí, en esas reflexiones está, a mi entender, lo más rico de todo el planteo. Es cierto, La Joda se ha lanzado a la acción, retomando lo que decíamos en la presentación, el grupo se constituye en herramienta de acción para la búsqueda de un objetivo político. Pero Andrés, y aquí estoy seguro que también Cortázar, ve en los que deberían ser los hombres nuevos muchos vicios del pasado. No quisiera dejar de mencionar nuevamente el texto Policrítica en la hora de los chacales, donde se lee un Cortázar disparando de lleno sobre estos temas, sobre el desasosiego del compromiso histórico, sobre los medios de (in)comunicación que responden a intereses empresariales, y, sobre todo, la resistencia de los “fantasmas del pasado” a dejar nacer la nueva era de los hombres, “la marcha hacia la luz”.  Leamos un poco al que te dije, testigo privilegiado de La Joda. “Ahí los tenés a los muchachos, si llegan a salirse con la suya, entonces pasará lo de siempre, endurecimiento ideológico, rigor mortis de la vida cotidiana, mojigatería, burocracia del sexo, todo tan sabido (…) quieren una revolución para alcanza algo que después no serán capaces de consolidar. En la ideología todo perfecto, habrá Joda cueste lo que cueste porque esta humanidad ha dicho basta y ha echado a andar, lo malo es que mientras estemos andando llevaremos el muerto a cuestas, el viejísimo muerto putrefacto de tiempo y tabúes y autodefiniciones incompletas”. Muchas páginas más adelante, los ecos de Andrés: “quieren hacer la revolución para salvar al proletariado, al campesinado y al colonizado y al alienado de eso que llaman con tanta razón imperialismo, pero después, porque ya hay países donde están en el después (…) negaran la libertad más profunda, esa que yo llamo burguesamente individual”.  No citemos más, se hace muy extenso y, además, creo que ya está claro el punto. El debate urgente de Cortázar, de Libro de Manuel, es con la nueva etapa histórica que enfrenta Latinoamérica. El ciclo de los movimientos populares de la región es una esperanza para el hombre, una nueva forma de ser y estar en el mundo, de tender puentes sin las máscaras podridas de occidente, al decir de Horacio, una salvación de hombre a hombre, en el mismo plano, como la tierra y el cielo. Cortázar se lanza personalmente en apoyo de estos procesos, pero observa algo que sucede con el sujeto, con la formación social de las subjetividades revolucionarias, y ese es su campo de combate desde la literatura. Nunca va a dejar de dar apoyo a los gobiernos socialistas ni a los intentos de revolución en la región, pero disputa fuertemente el destino del hombre en ese marco, si el socialismo viene a proponer un mundo más justo, más igualitario, más libre, también debe permitir un desarrollo más libre del hombre como sujeto que, en lo colectivo, pueda potenciar su individualidad. No hay un mejor camino para el hombre si en lo que se plantea como su esperanza, como su imagen a futuro, perduran las marcas del hombre burocratizado, mecanizado, lleno de tabúes. Es claramente un planteo que la nueva izquierda hace por la época a los regímenes socialistas endurecidos con Stalin en la URSS y en Europa del Este, pero también al comunismo cubano. Libro de Manuel es un una herramienta de combate, el arma del Cortázar en su aporte a la idea de hombre nuevo, de allí lo lúdico, lo erótico, lo absurdo, las diferencias en las personalidades de los integrantes de La Joda, las masturbaciones de Lonstein, los juegos con el lenguaje. Todas son provocaciones al hombre, pero esta vez, a diferencia de lo que podíamos encontrar en las novelas anteriores, el escritor ve una posibilidad histórica, concreta, por la cual vale la pena luchar. Y desde allí discutir hasta el cansancio cómo los nuevos puentes, los nuevos contactos entre los hombres podrían de una vez por todas estar librados de tanto peso de la tradición, de las costumbres, cómo lo viejo iría dejando de poner sus añejadas certidumbres sobre lo que pretendía nacer, y debería nacer, porque era el momento de que nazca, era  la coyuntura que no podía dejarse escapar.
Para finalizar, excedidos de todo límite espacial en el tratamiento de Libro de Manuel, resta destacar lo que son, a mí criterio, las dos grandes justificaciones de la obra: la urgencia histórica en la denuncia a la violación sistemática de los derechos humanos -¿anticipo del Nunca Más?- y la disputa por una nueva subjetividad. Verdaderos legados para el pequeño Manuel.


lunes, 28 de octubre de 2013

Los dos colegios

La miraba de reojo a Miriam, que no cambiaba su aparente indiferencia cuando los papelitos azules y blancos salían de los sobres y las manos temblorosas de la autoridad los apilaba. Observadora astuta, sabía que estaba mucho más preparada que yo para eso, invadido de una emoción que me hacía hablar con todos los fiscales sobre mis pagos en el sur del conurbano, ayudando al presidente que por algún motivo que desconozco sentía que podía confiar en mí, intentando descomprimir una situación que no tenía por qué ponerse tensa, armar algunos rompecabezas defendiendo boletas, está enterita, ¿no ves?, si la podes reconstruir entonces es válido. Miriam, rígida e imperturbable, centinela de lo que nos correspondía. Pero cuando todo estaba terminando, cuando los números le daban contenido a lo que podíamos percibir a simple vista, ahí Miriam me miró y sonrió. Una mueca, un efímero gesto, que como vino se fue. Sabía todo lo que significaba, su aprobación, su muestra de deber cumplido, habíamos ganado en la 430, le dije que eso nos valía para ir con el pecho inflado el resto del año, para contarlo una y otra vez, y no pude más que abrazarla, creyendo hasta ahí que éramos portadores de un privilegio irrepetible.
Escuchamos un grito, una pregunta que venía del pasillo, sí, nosotras también. Salimos del cuarto y caminamos sacando la ansiedad por las piernas, se abría otra puerta, y otra y otra, una mano salía con un dedo en alto mostrándonos un uno, una sonrisa incrédula nos aseguraba que ahí de nuevo, una voz agrandada, che acá ganamos. ¿Al lado? Voy a ver, espera. Crucé al otro colegio, la directora me habló en voz bajita, acá nos fue bárbaro, un puntero radical mordía algunas palabras que llegue a entender “ah, nunca se la vio tan contenta a la directora”, que poco oído hizo y siguió doblando unos papeles. Todos y todas iban confirmando lo que horas atrás hubiera parecido una locura, una ilusión desmedida sabiendo desde donde partíamos. Habíamos ganado los dos colegios.
Salí rápido para llevar la noticia a los que me esperaban ahí enfrente, a cincuenta metros nomás, y ahora que lo pienso no entiendo cómo paso. No logro comprender semejante desorientación. Al caso, lo mismo daba, no estaba muy lejos, en algún momento  iba a encontrar el colegio. Caminando reconocí una iglesia vieja, una plaza, unos chicos que charlaban en la esquina. Ahí las vi. Cómo paso no lo sé, cómo habían llegado tan rápido, cómo se habían cambiado, pero además, ¿qué hacían ahí?, teníamos que irnos, llenar planillas, terminar con las formalidades. Cuando iba acercándome para decírselo me frene de golpe, qué son esas caras más jóvenes, esos raros peinados, entraban y salían de las casas, con vecinos y vecinas, charlaban y discutían, se reían y lloraban, sacaban una máquina de coser, vendían pan, unos metros más allá parecían dar apoyo escolar, pintar un mural, acarrear una pala, cebar un mate, tirar un ladrillo, transpirar.
A medida que entraban y salían de las casas, las chicas iban cambiando, tardé en comprender que no era sólo su ropa o sus peinados, eran también sus edades, sus modos, su caminar. Recién entonces me di cuenta de que algunas eran muy jóvenes cuando  las vi al llegar, corrían los minutos -bueno minutos para mí, es muy difícil medir una cosa así, en ellas eran mucho más que minutos, eran meses, quizá años- y todo entraba en una vorágine ante la cual de poco servía querer entender. Sé que las vi un buen rato, que dejé de preocuparme. Yo no las conocía, todavía no las había conocido. Pero sabía quiénes eran. Nada era más importante que lo que estaban haciendo, así que retrocedí, volví y en ese estado de abstracción en el que se entra cuando alguien camina pensando, me encontré de nuevo frente a los colegios. También estaban ahí. Otra vez. O nunca se habían ido, tampoco sé cuánto me había demorado, qué importa ahora saber eso. Te puedo contar que cuando llegué estaban cantando, se fundían en abrazos, tenían los ojos brillosos, y yo entré rápido en una foto.
Acaso eso no se explique nunca, tal vez jamás le encuentre alguna lógica. Pero de todas formas me alegra saber que la semana que viene voy volver a verlas hacer de las suyas, y así como esos pocos minutos me mostraron años, lo que siga también me va a dejar ver sus cambios, algunas canas, su persistente voluntad, y, claro, la razón de haber ganados los dos colegios.


martes, 3 de septiembre de 2013

Huellas

-¿Por qué dice que somos pequeños? No me gusta la frase, somos grandes.
- No compañera, lo que estamos queriendo decir es que no nos sentimos más que nadie, que somos todos iguales, en realidad lo importante de la frase es esto del final, que haciendo cosas pequeñas podemos cambiar el mundo.
- No me gusta igual, tenemos que dejar de sentirnos pequeños, siempre hacemos lo mismo, nos tiramos abajo, nos achicamos, y así estamos.
- Yo digo que la compañera tiene razón. Tenemos que poner que somos grandes, que diga así: “Gente grande haciendo cosas pequeñas pueden cambiar el mundo”, no gente pequeña.
Con el dedo, Diego iba subrayando la frase sobre la pared azul. Nosotros comprendimos, y borramos el adjetivo “pequeña”, y si che, tenían razón.

La escena corresponde a una jornada de colores. Por el sol, por el azul y el rojo de la garita, por nuestras sonrisas al ver terminado algo que empezamos tiempo atrás. Porque las sonrisas tienen colores, porque los abrazos pintan mejor que los pinceles y porque un colectivo pudo, por fin, sentarse a esperar otro colectivo. A buenos entendidos no hará falta explicar la alegoría, pero por si las dudas, La Tosco al E4.
Proceso que empezó en jornadas de otoño matinal, con botellas de tierra, embudos inventados, manos haciendo honor a su nombre y miradas cómplices, porque sabíamos que arrancaba algo complicado, sin fecha de finalización certera. Pero imaginábamos los colores de ese último día,  y quien imagina tiene, inevitablemente, parte del camino hecho. Quien imagina mueve pulsiones, mueve energías, pucha, imaginar es movilizar. Pero claro, por algún lado había que empezar. Materiales reciclados, dijimos. Y nos miramos. Y volvimos a mirar para el otro lado. Toda la ronda. Tranquilos, nunca falta la mano de alguna arquitecta anarquista, con buena vibra contagiosa y entendida en el tema de hacer rendir recursos. Lo primero, los ladrillos. A juntar botellas viejas, con tapa preferentemente, tenemos que llenarlas de tierra hasta el tope, que no quede aire. Ahí, sobre un montículo de escombros y unas cuentas otras cosas en descomposición se fue cocinando la primera etapa, haciendo la materia prima, con rondas donde las charlas entre vecinos, militantes, colaboradores ocasionales, curiosos y algún que otro perro, tocaban temas tan dispares como el lamentable proceso de la caída de cabello de una de nuestras compañeras, la coyuntura política local y nacional, la suerte del pirata y la T o los entredichos de la semana en los canales de televisión. Compartimos, y sabíamos todos en el fondo que la materia prima no eran solamente los ladrillos sustentables, que los cimientos de lo que sería la garita iban mucho más allá de esos plásticos viejos. Y cuando nos sentáramos sobre el asiento que proyectábamos íbamos en realidad a sentarnos sobre todos esos días, y eso si que son masajes para el culo. Uf, pero cuanto faltaba. Pausa lector, anda a servirte agua de la canilla que todavía te falta mucho.
Segunda etapa. Pozo y estructura. Casa por casa fuimos recolectando herramientas, lo que fuese, una pala, una pinza, un destornillador, todo lo que de alguna manera pudiera encauzar el ingenio. Bajo la eficaz dirección de unos cuantos vecinos entendidos en la materia, el pozo nos lleno los ojos con su forma de garita –sabríamos jornadas más tarde que tanta emoción había provocado un pozo para poner dos garitas y estacionar el colectivo, cosas que se arreglan che-. Estructura: vigas de metal, miramos la mayoría extrañados las explicaciones de los vecinos y nuestra arquitecta, pero no podíamos hacer otra cosa más que decir que sí, que habíamos comprendido. Sabrá usted, los cortes en los brazos duraron unos cuantos días. Amén de este detalle, estructura montada sobre el pozo, los huesos de nuestra garita. Por esos días el invierno era crudo pero nada podía hacer para quebrar tanto entusiasmo.
Entre visitas a ferreterías, madereras y otros cuantos locales de usos múltiples nos hicimos con los materiales, y al pisar el barrio los vecinos nos retaban por nuestro retraso. Habíamos llegado a la etapa crucial: el relleno. Hacer la mezcla fue un proceso excepcional, que produjo tantas carcajadas y cargadas que los setenta metros que separaban la mezcladora –prestada por un vecino- de la garita no parecían gran cosa, bueno, al menos en los primeros viajes. Parafraseando, sea eterna la carretilla que supimos conseguir. Con ese único y ya histórico elemento de traslado fuimos de aquí para allá, de la mezcladora a la garita, de la garita a la mezcladora. Más de uno y una andará preguntándose cómo se hace una mezcla, y pregunte, no sea tímido. Cemento, arena de donde pudiéramos sacar y una piedrita muy chiquita, ¿era granilla? Un fletero interesado en el proceso nos dono las piedritas y abrió las puertas de su casa, su familia y su historia, “vení a saludar hija, estos son los loquitos que vemos ahí los sábados”. Hoy, sus aportes descansan mezclados con botellas rellenas, arena inventada y cemento regateado, y actos y palabras en esa gran memoria que es la garita. Pero no nos apresuremos, que vachache si te faltaba un montón. Las palas iban rotando, asimilando las huellas de todos los presentes en cada jornada, pasáme un rato que ya estas cansado, dale voy a buscar más mezcla. Así, de a poco, entre todos, una capa de mezcla, una de botellas, una de mezcla, una de botellas, una de mezcla, metéle más agua a la próxima ehhh, ahhh daleeee, una de botellas. Se te está escapando por el costado, y qué querés si este encofrado se niega a hacerme caso. Las dificultades, de ese orden. No vamos a andar contando cada jornada, pero hacete la idea, así fuimos terminando la base, y eso valía una choripaneada. Que complejas las paredes, las botellas reacias  a usarse como ladrillo vertical y la mezcla queriendo escaparse. Algún vecino nos comento como veía a la policía robándose las maderas que contenían el proceso de secado, y bueno,  la tarea de las fuerzas represivas del orden es siempre el de no permitir el surgimiento de lo nuevo, de lo disruptivo. Sobre todo porque su materialización tiene una historia, y esa historia, chamigo, no les conviene.

Para no hacértela muy larga, después de un interregno eleccionario en el que estuvimos, vecinos y militantes, abocados a otras tareas, emprendimos la última etapa de construcción de paredes, íntegramente realizada por los vecinos que tanto se reían de nuestras torpezas. Llegamos, así, al día de los colores. ¿Qué se puede decir que no sea caer en frases hechas? ¿Qué podemos contarte que no sea usar las palabritas que intuís van a venir? Preferimos que no, que sabés perfectamente lo que un proceso así implica, una construcción colectiva integra, sin división de tareas manuales e intelectuales, todos articulando esfuerzos, dando opiniones, intercambiando pareceres, y ya no sólo sobre la garita, sino sobre nuestras vidas, sobre nuestras historias, sobre las alegrías y los traspiés, las esperanzas y frustraciones,  y todo eso entre la mezcla pegada hasta en el que te dije, las carcajadas desencadenadas de anécdotas, los mates lavados y los gritos a los choferes del E4: cheee mirá lo que estamos haciendo, paren acá la próxima, subiendo y explicándoles, explicándonos. Quizá mientras cerramos estas notas un vecino este esperando al E4 como nosotros el sábado pasado, y estará sentado sobre algo que es más que una garita de colectivo. O al menos una garita de colectivo tal como solemos considerarla. Seguramente cada vez que uno de nosotros vuelva a sentarse en cualquier garita piense en su origen e intuirá una empresa, en el mejor de los casos licitada sin choreos. De lo que podemos estar seguros es que cuando alguien se siente en la garita del E4 de La Bajada sentirá vibraciones, escuchará voces, oirá risas, mirará atenta una mano que pasa rápido por un pedacito que quedó sin pintar y se esfuma. Es un pedazo de cosa viva, un depósito de de memorias sobre jornadas de trabajo conjunto, huellas de lo compartido. Decían por ahí que lo maravilloso del trabajo humano es su potencia en términos creativos, y analizaban cómo el sistema enajena al hombre de eso, haciendo que no pueda ser consciente de su facultad, que lo que produce se vuelva cosa en sí misma, se fetichice. Pasarán los días, los meses, quizá de nuestro recuerdo cotidiano vayan borrándose los manchones de esos días, pero bastará sentarse en la garita del E4 para escuchar su voz, ¡eh culeado le falta arena a la mezclaaa!

miércoles, 14 de agosto de 2013

Diálogos con Rayuela

Aclaración previa: el siguiente esbozo forma parte de un trabajo en realización, sin pretensiones, sobre las novelas de Cortázar. De allí las referencias a otros títulos.

¿Qué escribir sobre Rayuela que ya no esté escrito? Incluso sin haber leído críticas, uno intuye los papeles que deben circular con ese nombre. Supongamos que no esté escrito, ¿qué decir de Rayuela que no esté dicho? No muchas cosas, seguramente. Pero a quedarse tranquilos, si no tenemos demasiadas ambiciones de originalidad, entonces lanzarse a escribir desde Rayuela puede ser una actividad fascinante. Una, dos, tres, cuatro, cinco, y así, las lecturas que la novela ofrece. La nuestra será esa que, insistimos, a riesgo de opacar quizá elementos imprescindibles para otros, sean la continuación de un camino trazado. Nos fuimos de Buenos Aires con El examen, anduvimos viajando en Los Premios y, ahora, en 1963, pisamos una Rayuela.  Pero ¡cuidado lector!, Rayuela no es piso firme, sino otro pasaje, otros muchos pasajes, puentes en París o tablones entre ventanas de Buenos Aires. Rayuela es una gran Tura, el otro lado de la costumbre, la búsqueda desesperante, el fuego sordo que quema.

De nuevo el grupo, esta vez bajo la denominación de Club de la Serpiente, en París. Y allí, inolvidables, Horacio y La Maga. Horacio es el personaje que más elementos nos va a traer para el análisis, pero Horacio no es Horacio sin La Maga, siempre en sus cavilaciones está el espejo terrible de esa uruguaya icónica. No hay, como en Los Premios, mayores referencias al otro social, aquí todo se concentra en estos pocos personajes, como una fuerza centrípeta que tensiona cada vez más hasta el punto del sexo oral con una clochard o armar un plan de defensa con hilos y palanganas en un hospital psiquiátrico. La búsqueda, sin dudas, será el signo inequívoco de este libro.

Antes de meternos en el meollo que nos ocupa, vamos a visitar un tema recurrente en las novelas cortazarianas. Es que no resultan difíciles de encontrar de nuevo las críticas al sentido común de las clases medias porteñas, particularmente. Horacio intuye que “acumular cultura” representa tapar el vacío de la existencia, acumulación propia de esa clase media. No hay duda inteligente, dice,  la cultura en su expresión acumulativa siempre pretende certezas, y eso provoca intolerancia. Si lo sabrá Oliveira que “era clase media, porteño, colegio nacional, eso no se arregla así nomás”.  Ahí, “en Buenos Aires, capital del miedo, volvía a sentirse rodeado por ese discreto allanamiento de aristas que se da en llamar buen sentido y, por encima, esa afirmación de suficiencia que engolaba las voces de los jóvenes y los viejos, su aceptación de lo inmediato como lo verdadero (…)” Y las referencias siguen a lo largo del texto, por citar una más : “A la Argentina había que agarrarla por el lado de la vergüenza, buscarle el rubor escondido por un siglo de usurpaciones de todo género, y para eso era lo mejor demostrarle que no se la podía tomar en serio. Desmontar tanta soberanía al divino cohete”. En fin, no pretendo hacer de esto un rastreo de frases que avalen lo que sostengo, solo expongo algunas a fin de volver al texto tal como se presenta. De cualquier forma, si tomamos el primer epígrafe de la novela, entraríamos avisados de lo que nos espera en ese plano y, con él, terminemos este punto: “Nada puede matar más a un hombre que la necesidad de representar un país”.

Ahora sí, intentando no perder el rumbo, vamos a charlar. Querido Horacio, ¿qué buscas? -Derecho de ciudad, Guido, estás cada vez más parecido a Ossip.
-¿Pero vos sólo, individualmente?
- Fijate en el libro, ahí hable de la soledad. La soledad del hombre junto al hombre, la irrisoria comedia de los saludos (…) Los contactos en la acción y la raza y el oficio y la cama y la cancha; contactos de ramas y hojas que se entrecruzan y acarician de árbol a árbol, mientras los troncos alzan desdeñosos sus paralelas inconciliables. Mira, Guido, te vuelvo a repetir lo mismo, habría que vivir de otra manera, quizá vivir absurdamente para acabar con el absurdo, tirarse en sí mismo con una violencia tal que el salto acabara en los brazos del otro. Pero la verdadera otredad, hecha de delicados contactos.
- Es decir, ¿empezás a ver al contacto con el otro como una forma de realización, de plenitud digamos?
- Que apurado pibe, como si fuera así nomás. Por ahora tenemos los albañiles, los estudiantes, el clochard, la vendedora, cada uno en su caja de vidrio. Si leíste bien te acordarás de la morelliana esa, la que decía que hay quizá una salida, pero debería ser entrada. Hay otro mundo, pero en este, hay que crearlo.
- Me viene bien eso, porque en un pasaje del libro Wong muestra fotos sobre torturas, ahí vos decís “nunca seré un indiferente, me obstino en que el hombre ha sido creado para otra cosa”. Esto me sirve de disparador para analizar un plano que había marcado al comienzo de este escrito: la acción (estoy escribiendo sobre las novelas de Cortázar, por si no sabías). Rayuela tiene, de boca tuya, algunas reflexiones sobre la acción social. Decís algo así como “si la lucidez se vuelve inacción, ¿no es sospechosa?”
- Tuve mis dudas por aquellos años. Reflexione, es cierto, un poco sobre la acción social. ¿Cuál era la verdadera moral de la acción?, me preguntaba. Una acción social como la de los sindicalistas se justificaba de sobra en el terreno histórico. Felices los que dormían y vivían en la historia. Una abnegación se justificaba casi siempre como una actitud de raíz religiosa. Felices los que amaban al prójimo como a sí mismos. En todos los casos, rechazaba esa salida del yo, esa invasión magnánima al redil ajeno. Bumerang ontológico destinado a enriquecer en última instancia al que lo soltaba, a darle más humanidad, más santidad. No tenía que objetar de esa acción en sí, pero la apartaba desconfiado de mi conducta personal. Sospechaba la traición apenas cediera a los carteles en las calles o las actividades de carácter social; una traición vestida de trabajo satisfactorio, de conciencia satisfecha, de deber cumplido. Conocía a esa gente en la que la acción social se parecía demasiado a una coartada. La traición era como siempre renunciar al centro. Mira, para mi valía más pecar por omisión que por comisión. Ser actor significaba renunciar a la platea, y yo parecía nacido para ser espectador en fila uno.
- Entiendo, no podes renunciar a esa búsqueda de absoluto. Igual, por más individual que sea, te empecinas con la figura de los pasajes. Te gustaba ver a la Maga en el puente, casi matás a Talita en el tablón, que digo, la misma rayuela es un pasaje, por no seguir y decirte mucho sobre el agujero en el techo de la carpa del circo que daba al cielo, porque ahí tenés de nuevo el escape hacia un contacto, puente del suelo al espacio liberado. ¿Te das cuenta, Horacio? Tantos pasajes, me arriesgo a decirte que el kibuttz del deseo mismo, no te niego que sean búsquedas personales, pero querés llegar al hombre, viejo. Querés llegar, de otra manera cierto, pero lo mismo querés llegar al otro, un contacto que te parezca más verdadero que los contactos que nos hace tener la máscara podrida de occidente, como por ahí decis.
-No te la creas che, hablar con el diario del lunes es fácil, ya hace cincuenta años que leen el libro, anda y vivila vos.
-Cierto, feliz cumpleaños.
- No vas mal pibe igual, lo que me dijiste recién, es obvio. Cuando me hundí  en la mierda como Heráclito, te acordás, con la clochard. Había que meterse en la mierda para curarse, lo único decente era ir hacia atrás para tomar el buen impulso. Había que dar vueltas el caleidoscopio, eso no podía ser el mundo, y en la Rayuela viste que salís desde la tierra. Pero no para subir al cielo, sino caminar con pasos de hombre por una tierra de hombres hacia el kibuttz allá lejos pero en el mismo plano, como el Cielo estaba en el mismo plano que la Tierra en la acera roñosa de los juegos.
- Por eso me gusta tanto el libro renegao. Esa idea de salvación en el mismo plano, de hombre a hombre, entrándole por el culo al mundo, pateando una piedrita, jugando. No dijiste hombre nuevo porque todavía no te daba vueltas la idea. Pero de esta crítica a la subjetividad occidental a lo que va a venir después, con tu alter ego Andrés, hay un paso. Él si logro problematizar la idea de  hombre nuevo, pero sin vos no hubiese podido. Te digo más, sin Medrano no hubiese podido. Y qué querés, si en esos años el mundo empezó a verse dado vuelta, si Cuba le entró por el culo al imperio de occidente. Bueno, me estoy yendo, esto me lo tenía que guardar para después, pero quería decírtelo. Igual, Horacio, me sigue revolviendo el estómago  todo lo que hiciste cuando murió Rocamadour.
- Pero que diálogo te dimos después de eso, eh. La existencia misma, aunque mejor digamos hexistencia. Además ya lo explique, no había que calzar en el molde de las acciones que se hacen como lo haría todo el mundo en circunstancias similares. No voy a opinar de todo el resto de las apreciaciones, ya no me corresponde. Solamente una cosa, ¿quién trepa hasta el agujero sino es para querer bajar cambiado y encontrarse otra vez, pero de otra manera, con su raza? ¿Qué se busca? ¿Qué se busca? Repetirlo quince mil veces, como martillazos en la pared. ¿Qué se busca? ¿Qué es esa conciliación sin la cual la vida no pasa de una oscura tomada de pelo?
- Bueno, te dejo Horacio, gracias por la charla, y paga el café vos por favor.

                Lo dejamos a Horacio, cuantas cosas que el libro nos da, que los personajes nos dicen, cómo abarcarlo sino sabiendo que no se puede abarcar todo, si para analizar Rayuela habría que escribir otra Rayuela. Mejor no pretender ser un crítico serio, de esos que preguntan con solemnidad. Mejor decirle al lector que Rayuela no es eso que uno dijo, que es tan poco lo que se puede agregar. Por eso quiero poner la novela en el mismo plano que el resto. ¡Atención! a nadie se le ocurre consignarle el mismo valor. Pero en este tablón por el que estamos andando con Talita y que pretendemos transitar abriendo las novelas para ver en que se conectan, en ese tablón Rayuela es igual que el resto. Es igual pero es el quiebre, sino pasamos nos caemos, pero si logramos pasar, entonces el camino que nos lleva a Libro de Manuel puede vislumbrarse. Habrá que intentar rastrear elementos en 62 Modelo para armar, sin forzarlo, respetando su tono, y si hay cosas serán tomadas en su medida.

                Rayuela es una gran búsqueda, es una crítica al sujeto occidental, racional, de pensamiento binario, es una apertura a otras posibilidades, es una indagación del amor, es la exaltación de la ruptura de la moral burguesa, es la necesidad del pleno desarrollo del individuo. Es un intento de resolver un gran interrogante: ¿qué es el yo? Acaso podríamos ser indulgentes y suponer que la pregunta por el nosotros en el libro está centrada, primero, en entender el yo. Pero ese yo no existe sin el otro, y allí radica la desmesura del libro, sin concesiones va en la indagación de ese contacto, haciéndonos descender con la clochard o entrar a un sótano de psiquiátrico. Es cierto, aquí no se sigue una línea que Los Premios había profundizado respecto a El examen, que se relacionaba con el encuentro (desencuentro si se quiere ser precisos) entre sectores de la sociedad, entre clases tal vez. En esas novelas, hay una observación extrañada del otro social, casi como una observación participante. Y no hay contacto certero, no hay ruptura de los moldes, como decíamos, priman los habitus propios de cada grupo. En El Examen con un inequívoco prejuicio sobre los sectores populares, en Los Premios con un poco de eso, pero también con más matices y aperturas, contadas. Rayuela corta esa línea, pero ahonda en otra que también estaba en las novelas previas, como decíamos, la búsqueda del yo. Va hasta las últimas consecuencias. Lo interesante, lo que este lector encuentra apasionante es que en esa búsqueda aparece el otro como una llave, una realización, no hay yo en Rayuela si no hay un puente, un tablón, un agujero en el techo del circo que nos conecte, que haga un nosotros. Creo que el libro no llega hasta allí, que se detiene antes de decirlo, antes de la moraleja, antes de ser una guía práctica para almas errantes. Al contrario, cuenta todo eso con el personaje más odioso posible, un tipo como Oliveira, el antihéroe. Leer Rayuela no es más que pisar la Tierra, porque el resto empieza cuando el libro termina, entrarle al mundo por el culo o buscar al otro moviendo el caleidoscopio. También, sí, pateando una piedrita, jugando, desesperadamente jugando. 

Aclaración final: las palabras de Horacio, de más estará decirlo, forman parte del libro. Sólo han sufrido pequeñas modificaciones para que pueda charlar conmigo.