miércoles, 14 de agosto de 2013

En defensa de los dedos de Carolina Scotto

     Si de dedos se trata, la militancia enseña. Cómo pertenecer con un saludo, como ser compañero/a con los gestos. El sábado 13 de julio, pasaditas las 14: 00 hs hacían su presentación en Villa El Libertador candidatos a diputados por el Frente para la Victoria de Córdoba. Encabezados por la ex rectora de la Universidad Nacional de la provincia, se lanzaban representantes de las agrupaciones Movimiento Evita, Jauretche y La Cámpora. El calor y color militantes nunca dejan de generar en el observador una empatía envidiable, unas ganas de largar los juicios críticos al mismísimo carajo y cantar a pura garganta que los gorilas la chupen, porque somos los soldados de Perón. No importan acá los detalles discursivos, los pliegues en las palabras de los locutores, la evidencia de sus extracciones militantes. Uno sabe, porque lo hace, que las cuerdas de lo puro se relajan, que todos somos todos porque nadie es más que ninguno y las diferencias parciales, más en época de campaña, se distienden. Entonces las referencias a los símbolos, a los llamamientos identitarios, a las pautas aglutinadoras aparecen y se desatan con alegría y algarabía. En momentos como estos, digo, en campaña y en clima de jolgorio, deviene casi inevitable la necesidad de cohesionarse, de sentirse con el de al lado: sin riesgo de solemnidad, el sentido de la propia existencia va en eso. Dos de esos símbolos inequívocos de cualquier acto que se reivindique peronista son la Marcha que combate al capital en su frase más hermosa para cualquier peronista de izquierda, si algo así puede ser definido, y los dedos de la mano en V (los del pie sería complejo y de poca eficacia en vistas de que, perdónese la redundancia, nadie puede mirarlos). Generalmente, uno debe en gran parte del himno trabajador levantar su brazo y extender el índice y el del fuck you haciendo el dibujo ya explicado.

     Pero la sorpresa en este día que parecía no traer demasiadas novedades. La candidata número 1 de lista, cuadrazo en la interpretación del que suscribe, no sólo no canta la marcha sino que intenta por todos los medios evitar irrumpir en lo alto con sus dedos en V. Pero, ¿qué pasa con Scotto? ¿Por qué saluda y en un movimiento de manos que, de mínima, habría que calificar de extraño, abre la palma de la mano, hace la V, vuelve a poner la palma abierta, se cansa del stress y decide que el saludo es suficiente? ¿Por qué cuando cantamos que daremos un grito de corazón ella deja el lugar que la tenía en uno de los costados de los candidatos y se pone en el medio agarrándole la mano a los de sus flancos evitando así (muy astutamente) la simbología? ¿Es una gorila encubierta, una extraña en las propias filas? Acaso habría que recordar que la propia presidenta prescinde de la marcha en muchos de sus actos.

     Y acá un poquito más serios, pero no aburridos. A nadie le importará esto, pero el que escribe apoya al kirchnerismo por su capacidad de absorber demandas populares antes desarticuladas, por ser una esponja reivindicativa, por devolver la política al plano del que nunca debió irse, por debatir el sentido común hegemónico conservador, por poner sobre la mesa discusiones de fondo, por encontrarnos con los que estábamos desencontrados y por desencontrarnos con los que nos creíamos encontrados, por tirar al viento que el conflicto es motor de la vida democrática, por todo eso que no hará falta enumerar para los entendidos, que harían muy largo y tedioso este escrito de poca monta literaria y, mucho menos, académica. En definitiva, apoyo por ser un movimiento en muchos planos altamente creativo. Lo que sigue es un esbozo, demandaría un trabajo mucho más extenso de reflexión individual y colectiva, pero acá lanzo una piedra, y no por estar libre de pecados. El kirchnerismo, a diez años de su llegada a la Rosada, se encuentra en un momento vital, su indiscutible guía y líder no tiene, al parecer, sucesor a la vista y la renovación de su mandato requeriría de una reforma constitucional que, a vuelo de pájaro, no es clara en el corto plazo. Todas/os nosotras/os, que pretendemos que el modelo continúe para profundizarse, tenemos la incertidumbre de qué pasará, sabiendo que hoy es el momento de bancar los trapos. Sin embargo, un temor, una pequeña sombra aqueja. Acaso sea en
los momentos de mayor incertidumbre en los cuales uno se pliega en lo que es, en lo que ha sido y saca a relucir su identikit de personalidad. El kirchnerismo claro que tiene espalda para hacerlo y cuerda para estirar, pero hasta este tiempo en la creatividad de sus decisiones estuvo su fortaleza y una siesta en lo que se es puede ser perjudicial. Una aclaración para mal intencionados, nadie supone que haya que negar lo que se hizo, nadie quiere que se borren las raíces populares peronistas del gobierno, nadie cree que sea posible la definición de un nosotros sin una memoria colectiva intensa. Sin embargo, repito, una de las novedades del gobierno ha sido, y esperamos que siga siendo, su potencia creativa. Temo, y me arriesgo a creer que más de uno y una teme, que esa potencia merme en tiempos donde no está muy claro cuál es el camino futuro. A mi entender, lo fundamental del proyecto nacional se resquebrajaría si todo el aparato identificatorio se vuelca sobre la simbología del peronismo. Situemos por un momento los nombres de las agrupaciones arriba mencionadas:

1- La Cámpora: alusión no al hombre, sino a la primavera de la juventud peronista, los sueños de un camino nacional al socialismo, el rebasamiento generacional, el peronismo que no pudo ser.
2- La Jauretche: el pensador peleador, el crítico del medio pelo argentino, el polémico escritor.
3- Movimiento Evita: el peronismo desde abajo, desde la construcción y el poder popular, el combativo y si viviera sería Montonera.

     Sé que las explicaciones son arbitrarias e insuficientes, pero lo que aquí vale es que todos estos nombres dan a la militancia, al menos desde ese plano onomástico, una matriz de identificación fuerte, provocativa, que llama a ir por más. Nosotras/os, los que creemos en esa militancia, los que apostamos a una etapa superadora, debemos ser los encargados de no permitir la siesta de lo que se es, de apostar por lo que falta, de no relajar la creatividad, de no olvidar las innumerables caras del peronismo (ni hablar de las caras del propio Perón) y del riesgo de establecer un diálogo con la historia según la conveniencia coyuntural. Por eso me alegra haber visto en Scotto un debate silencioso pero profundo con nosotros/as, los que la alentábamos desde una tribuna a la que ella le estaba hablando más allá de las palabras.

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